No sé si voy a leer esta novela de John Boyne. Por lo que parece ser, y creo que lo leí en la contratapa un día que lo tuve en las manos en un supermercado, es la historia de la hermana del protagonista, que después de mucha agua pasando bajo el puente se ha arrepentido de haber sido una niña nazi. Uf. No sé. Los personajes que fueron malos y se arrepienten y se vuelven buenos, no sé. Me cuesta creérmelos, y me cuesta perdonarlos. Sobre todo si han sido malos con compromiso político, esbirros del régimen, esas cosas.
Creo que, muchas veces, estos cambios metidos a los personajes no son más que frivolidad de los creadores en complicidad con la frivolidad de los lectores o espectadores. Por ejemplo, Daniel Salazar, el siniestro y entrañable extorturador entrenado por la CIA para la represión en El Salvador. Yo, los exrepresores que conozco, son como los hijos de puta que siguieron desapareciendo gente acabada la dictadura en la Argentina, o como este otro hijo de puta, insultando y amenazando sin la más mínima vergüenza. Esto es lo que pasa en el mundo real, por lo que hay que ser muy frívolo para inventarse un Daniel Salazar más imposible que el más imposible de los personajes que un escritor posmo podría inventar. Entonces con la hermanita esta, qué pocas ganas tengo de ver cómo ha cambiado, de empatizar con ella y todo eso.