lunes, 31 de octubre de 2016

Leonardo Díaz: MICHAEL MOORE

Comprado en una
casa de empeños.
Michael Moore es una biografía pequeñita publicada en 2003, esto es, meses después de que le dieran el Oscar por Bowling for Columbine. Supongo que si había un momento para la aventura editorial de publicar la biografía de un documentalista, era ese.

Pasó mucho tiempo desde 2003, pero todavía le da a uno bastante de lo que se agradece. Tiene mucha información que excede lo más obvio, esto es, su labor como documentalista.

Lo que sí, se nota bastante que fue escrito muuuuy rápidamente: incluso hay frases aquí y allá que jamás han pasado la etapa de las notas personales sin comas. En fin. Tampoco me gustó, por repetitiva, una pequeña obsesión del autor por bromear acerca del aspecto físico de Michael Moore.

De todos modos, a riesgo de ser redundante, y más no sea por la ecuación calidad-precio, compensa: cuesta un máximo de diez euros (a mí me costó unos treinta centavos), se lee en un par de horitas y cuenta muchas cosas. Más no se puede pedir.

lunes, 24 de octubre de 2016

Ada Colau y Adrià Alemany: ¡SÍ SE PUEDE! CRÓNICA DE UNA PEQUEÑA GRAN VICTORIA

Comprado en una librería
cercana a la Facultat de Filologia de la UV.
¡Sí se puede! es un libro inspirador. Y no lo es solamente por el enorme poder de comunicación que tiene Ada Colau, que también, sino porque es la crónica de pequeñas victorias sucesivas en la lucha contra los desahucios.

Ada Colau, a día de hoy, es alcaldesa de Barcelona, pero tiene un larguísimo historial como activista de DDHH. Además, ha realizado estudios de filosofía que no ha podido acabar por cuestiones económicas, con un expediente académico notable pero truncado, como el de tantos hijos alejados del privilegio.

El ensayo tiene todo lo que puede desear alguien que se inicia en el activismo, o que ya lleva un tiempo en éste y quiere sistematizar un poco su pensamiento político. A despecho de cosas como que falte un índice, por ejemplo (El horror económico tampoco lo tiene, y por no tener ni siquiera tienen títulos sus distintas secciones), sus 96 páginas son un dechado de síntesis y de no dejarse cosas en el tintero. Está escrito desde el presente y la cercanía, y tampoco se va por las ramas. Como si respetara las tres unidades aristotélicas pensando global y actuando local.


Frente al clasismo desfachatado intelectualmente
de inFélix de Azúa, la lucidez de un campesino
(Freire, Paulo. La educación como
práctica de la libertad, p. 104).

PD) Hay un tipo, inFélix de Azúa, uno que escribe poesía de mierda y se da el lujo de tirarse pedos en un sillón de la RAE, que mandó a la autora a servir en un puesto de pescado. Se ve que su inspiración es Salvador Sostres, el pobre...


A despecho de su antigua pertenencia al grupo de "los novísimos", así las gasta el hombre, pues, haciendo funcionar un criterio viejísimo hasta lo viejuno para ponderar las personas, el de sus titulaciones. No lo que saben o lo que han hecho, por supuesto, que eso iguala. Y es por eso que la cosa no quedó ahí, porque inmediatamente después el tipo largó muy suelto de cuerpo un "¿Qué entenderá por misoginia Ada Colau, que apenas tiene estudios?". Esta inimputabilidad de facto de determinados capitostes que, en definitiva, pueden hacer lo que quieren sin jamás sufrir ningún contratiempo, está bastante bien analizado en La desfachatez intelectual, un ensayo de lectura indispensable.

Todo parece indicar que si no son de esta calaña difícil que los contraten en la RAE. Si no me creen, pregunten a Pérez-Reverte, a Gregorio Caja, a Vargas Llosa o Javier Marías para evacuar dudas...

lunes, 17 de octubre de 2016

Xavier Pericay y Ferran Toutain: VERINOSA LLENGUA; Manolo Gimeno Juan: El lexic valencià proscrit a través dels classics


Alguna vez los tuve.
Hay quien dice que se murió el autor y, con esa premisa en mente, es decir, sin tener casi ni repajolera idea de quiénes serán Xavier Pericay y Ferran Toutain —¡y que no se me importara un pito!— me puse a leer Verinosa llengua, un ensayo sobre el proceso de normalización lingüística del catalán que tiene en Pompeu Fabra su figura señera. 
 
Yo, en el fondo, aparte de que nunca me quedó claro qué podía ser eso, eso de que se murió el autor no me lo creo demasiado. Además, ya tenía alguna información sobre el tipo de críticas se le había hecho a este libro, por lo que me interesé un poco más por sus autores y descubrí en internet que ambos militan actualmente en Ciudadanos. Y entonces mucho de lo que, a priori, me estaba sonando bien, me generó una desconfianza de esas que te harían preguntarte de qué forma te la están metiendo doblada si no supieras que la misma pregunta lo responde: ¿de qué forma?: doblada, hombre, que te lo están diciendo. Como el caballo blanco de Santiago.

Las premisas lingüísticas de las que parten los autores me suenan muy bien si las pienso en relación al castellano. Quiero decir, mucho de lo que hoy se nos tira por la cabeza, desde la RAE, como simple normativa hipermegalógica y por nuestro bien, en realidad es ideología. Y es por eso que a la RAE se entra igual que a un club de caballeros. De bolitas blancas y negras va la cosa. Porque lo que verdaderamente importa en esa organización política que no lingüística es el poder fáctico de la lengua, su rol como sostén hegemónico. Y, además del lógico odio que tienen esos prohombres de la tolerancia contra cualquiera que les sople en la oreja, algún etcétera más que se me olvide por ahí.

En fin. A lo que íbamos: Pericay y Toutain afirman, a grandes trazos, que lo ideológico es lo único que importa a quienes, por esa época, estaban construyendo la norma del catalán. Lo ideológico al servicio del nacionalismo, quiero decir. Del nacionalismo que sí se puede señalar en España como nacionalismo, quiero decir. Y que era por eso que prohibían palabras y construcciones, sobre todo si eran o parecían demasiado castellanas. Y que si había que desautorizar a Fabra se lo desautorizaba. Tergiversándolo o no, eso no importaba: la clave será que nadie debía darse cuenta.

Hasta aquí todo más o menos creíble, al menos explicado en forma clarita. Yo qué se, no soy lingüista ni nada que se le parezca. Pero el autor no se murió y estos tipos son altos cargos de Ciudadanos, uno en Cataluña y otro en Baleares. Y si es cierto que el ad hominem como argumento es una falacia, no lo será tanto cuando de lo que se trataba era de defenderse. Quiero decir, si alguien se sube a un ring con Mike Tyson lo mejor es que no se le olvide de que se está subiendo a un ring con Mike Tyson. 
 
Y cuando se leen libros, tres cuartos de lo mismo. 
 
El autor no se murió nada.

Y entonces la pregunta era pertinente: ¿de qué forma me la estaban metiendo doblada? Y me di cuenta de que las sensaciones leyendo Verinosa llengua eran muy parecidas a las que había sentido, varios años antes, al leer El lexic valencià proscrit a través dels classics, un libelo editado por una organización militante blavera. Son las mismas por dos motivos: una, porque en los dos textos se señalan como proscritas o censuradas una serie de palabras que, al momento de leer ambas obras, las podía ir descubriendo recogidas ya con absoluta normalidad en los diccionarios académicos del catalán (el DIEC y el DNV); otra, que siempre, siempre y más siempre estas palabras no recogidas o expresamente desautorizadas lo estaban porque había un contubernio judeomasónicocomunistapancatalanistaperrofláuticopodemitaETAchavista que así lo había decidido después de la risotada y el frote de palmas. Pero también hay una diferencia fundamental, aunque no sorprendente: mientras que para Pericay y Toutain son los pancatalanistas quienes se sirven del catalán medieval para catalanizar, el autor del libelo blavero subvencionado por la Generalitat Valenciana se sirve a su vez del catalán medieval (“el léxico genuinamente valenciano” de los Ausiàs March, Jordi de Sant Jordi, Vicent Ferrer y compañía) para remarcar eso “genuinamente valenciano” en contraposición, por supuesto, del catalán.

Y después me cayó la ficha de que Pericay y Toutain defienden la tesis de que todo, absolutamente todo el catalán es válido y merece formar parte de la norma. Para entendernos, que la normalización del catalán sólo va a poder producirsea través del uso sin restricciones de la lengua”.
 
Que todo vale. 

Y ahí está el quid de la cuestión, porque si hay, y desde luego ya había en 1987, poderosos movimientos para destruir el catalán desde adentro, serán precisamente los distintos todo vale de los separatismos lingüísticos impulsados fundamentalmente por la ultraderecha valenciana pero también desde Baleares. 
 
Es cierto que aquí y allá los autores recuerdan que existen allá y acullámalentendidos peligrosos” e “intereses políticos contrarios a la unidad de la lengua”. Pero la única preocupación de los autores sobre este tema se refieren en tanto se mezclan con temas nacionales. Y su juicio es claro: los culpables de los separatismos lingüísticos son los pancatalanistas. Y a otra cosa, papallona.

Es cierto también que uno podría intuir e incluso perdonar esta falta de perspectiva o de atención al conjunto del mapa de la lengua porque ya sabemos que para los catalanes todo lo que pase fuera del Principado, a pesar de que suceda en el resto de los Países Catalanes, poca atención les merece. Pero la bula del desinterés no cuela, los autores se las saben todas y tanto como el que más, son lingüistas reputados y, por si fuera poco, ellos sí se permiten señalar con el dedo la “autocontemplación”, el “tener un único referente, la propia colectividad” el “mirarse el ombligo” que añade a lápiz con letra menuda y redonda una anterior propietaria del ejemplar que tenía en casade quienes son objetivo de su crítica. 
 
No se puede afirmar que el todo vale lleve irremediablemente a la ruptura de la unidad de la lengua, pero desde luego sí que va directamente y quizás sin escalas en esa dirección. Y los autores lo saben. Tienen que saberlo. Y los frutos de sus tesis, ya sean magnolias o pasas de higo, no puedo más que creer que los dejan perfectamente indiferentes: así funciona, según mi leal saber y entender, si uno es alto cargo de Ciudadanos.

Y así lo dejo reseñado, pues, ya que tal ha sido mi lectura, y el lector es el rey.

lunes, 10 de octubre de 2016

Enrique Congrains Martín: "DOMINGO EN LA JAULA DE ESTERA"

Comprado en Todocolección.
Concuerdo con su autor, el escritor peruano Enrique Congrains Martín, que consideraba que "Domingo en la jaula de estera" es su mejor cuento. No apareció ni en Kikuyo ni en Lima, hora cero, sino en una antología de cuentos peruanos editada por él mismo en Buenos Aires, primero, y después en otras, supongo que la más significativa de ellas la que recopiló Abelardo Oquendo para Alianza, que es la única versión de este cuento, si es que difieren entre ellas, que tengo yo.

"Domingo en la jaula de estera" no tiene nada que ver con "El niño de junto al cielo" más allá de su destino común antologizado. Su realismo sucio e incisivo lo hace inconsumible, lo expulsa del canon de la literatura escolar, algo que no sucede con ese otro gran preferido de docentes de literatura y editores en el Perú, cuya sordidez no puede espantar a nadie, por moralizante.

Si es cierto, como dice Piglia, que un cuento siempre cuenta dos historias, la segunda de éstas tiene que ver con la búsqueda de la dignidad. Congrains, qué duda cabe, es un gran creador de personajes femeninos. Los sabe dotar de verdad tanto en el cuento como en la novela, y lo consigue con pinceladas maestras, como en "Los Palomino", o con la acumulación de detalles y contradicciones, como su Maruja, la protagonista de No una, sino muchas muertes.

La verdad de sus personajes femeninos se impone, incluso, a lo que el escritor juzgaba como la propia imposibilidad de la existencia misma de esos personajes. Congrains sentía debilidad por hacer funcionar la dignidad en sus personajes femeninos. Una dignidad que presentaba mil ropajes de la rebeldía, algunas insospechables, otras imposibles, casi siempre tomando riesgos. En "Domingo en la jaula de estera" la dignidad de su protagonista se construye a partir de una rebeldía imposible e insospechable, hasta tal punto, que el comienzo del cuento, que apunta a la segunda historia, es incomprensible:

Rosa volvió a mirar la amarillenta tira de papel puesta sobre el cajón que utilizaban como mesa de noche.

—Siéntate —le pidió Juan, haciéndole sitio en la tarima.


Rosa se sentó junto a él, y entonces el maullante gato de su respiración y la miserable tira de papel fueron una misma cosa: desde hacía horas que la amargura imponía su ruinoso orden aniquilante.

No es sino hasta el final que uno puede entender qué es esa tira de papel, qué significa para Rosa y qué rebeldía desencadena, ferozmente individual, íntima a pesar de la destrucción de su intimidad, y nutrida de acción.

Dignidad en acción, es decir, rebeldía.

lunes, 3 de octubre de 2016

Martín Caparrós: BOQUITA

Me lo regalaron.
De la vasta producción literaria de Caparrós, que yo recuerde, y dejando de lado artículos periodísticos leídos aquí y allá, sólo he leído Boquita. Me lo trajo un amigo de la Argentina que venía a pasar unos días en Europa con su hijo. Creo que es uno de los regalos más bonitos que he recibido. No tanto como cuando me han regalado camisetas de Boca, pero casi lo mismo.

Boquita es un libro muy para bosteros. Tiene miel y veneno a partes iguales. Tiene datos para el verdugueo y también tiene teoría del fútbol y hasta de la pasión xeneize, tomá pa' vos. Y es que Boquita, al menos si tenés mi edad, te pega. Y te pega ya desde el título, el apodo que inmortalizó Héctor Caldiero desde radio Continental. Y el de Caldiero es otro caso, eh, porque parece que, quizás, no era de Boca, pero en todo caso ahí estaría una clave de la grandeza de Boca, y es que incluso los hinchas de otros equipos coadyuvan voluntariamente a aumentar su grandeza. Si no me creen, que le pregunten a Caloi...

Cuando vivía en la Argentina llegó un momento que los artículos de Página|12 (aka Página/12) se me caían de las manos. Estaba un poco saturado de una onda que le agarraba a muchíiiisimos de ellos, y que yo identificaba con la construcción burlona de un trabajo práctico para la universidad (aunque quizás eran la parodia de un paper. En todo caso, de la producción académica. En fin...). La cuestión era que el texto era tan condescendiente que era como si te pasaran por la cara un miren qué fácil me sale, que incluso me lo tomo a risa. En los '90 hubiéramos dicho que eran como quien dice que los puede escribir con la punta de la poronga. Ahora no sé, seguramente queda mal decirlo así.

El libro de Caparrós, qué duda cabe, tiene mucho de eso que no me gustaba en Página/12. Pero se ve que me agarró más viejo, o Caparrós escribe mejor, o el tema me interesa más, pero la cuestión es que no recuerdo que me llegara a molestar demasiado todo eso.

¿Qué otros libros leí sobre fútbol? Sólo puedo recordar el de Sebreli, La era del fútbol. También me gustó bastante, aunque por razones obvias no le hice mucho caso.

Aguante Boquita...