sábado, 26 de noviembre de 2016

Toni Mollà: MANUAL DE SOCIOLINGÜÍSTICA

Éste lo compré en una
librería. ¡Nuevo!

1.


Hace unas semanas la diva argentina de las comidas televisadas, Mirtha Legrand, lo tuvo en la mesa a Jaime Durán Barba, el asesor político clave de Mauricio Macri, un oligarca chantapufi que ahora es presidente del país.

Yo el programa no lo vi. Ni en directo ni después por Internet. Sí que vi aquí y allá algunos fragmentos de ese día que fue Durán Barba y de uno posterior, en el que la Chiqui comenta con ironía asqueada que a Durán Barba no lo entendía porque hablaba como el Chavo, a lo que uno de sus invitados macristas acotó, instantes después, que el ecuatoriano hablaba "con ese acento". Sin necesidad de mayor redundancia.

Mirtha Legrand, qué duda cabe, es una mujer de mundo. Una señorona bien como la copa de un pino, pero hace décadas que no vive en una burbuja, si es que alguna vez estuvo dentro de una. Sin embargo, se cruza con un ecuatoriano que no ha tomado las debidas precauciones a la hora de componer su discurso, y parecería que hay algo que es más fuerte que ella y que la puede. Durán Barba, a pesar de que podría llenarse un rollo de papel higiénico (sí, el tipo hace muchas cagadas) con sus titulaciones académicas, no es más que uno que habla como el Chavo. Y que tiene el "pelo color charol" y lo que se deriva de semejante señalamiento físico cortesía del periodista macrista.

¿Por qué Durán Barba no toma las debidas precauciones cuando habla? Qué sé yo. En mi vida de inmigrante he podido descubrir más o menos por ósmosis que los que nos vamos de nuestro país con una mano atrás y otra adelante en seguida adaptamos nuestra forma de hablar a los usos locales, mientras que los argentos con los que me iba cruzando que tenían una posición económica que les permitía tener negocios propios y empleados casi no hacían ningún esfuerzo para adaptarse o, siquiera, ser entendidos. Cuando hablo del tema suelo ponerlo de ejemplo a Messi mientras recuerdo, o no, a dos jefes argentos muy hijos de puta que tuve y que hablaban como recién salidos de un tango.

Si uno busca al "chulla Durán [y] Barba" por Internet parecería que a nadie se le ocurrió jamás burlarse del politólogo homologándolo al personaje de Jorge Icaza, el chulla Romero y Flores. Obviamente no se puede, Durán Barba no habla como el Chavo, pero desde luego no es engolado. Seguramente es consciente de que su forma de hablar lo expone a un desprecio que tiene una raíz tanto de clase como étnica, pero no parece importarle ese handicap que otorga a interlocutores y críticos. Obviamente, no tiene nada que demostrar a nadie, y exponerse al desprecio de las señoronas bien y de gente de su calaña puede ser para él, ¿por qué no?, un secreto placer condescendiente y burlón.

2.


Esta foto no viene a cuento,
lo sé, pero es que estoy
tan contento de tener
este libro en casa...

Mi ejemplar del Manual de sociolingüística de Toni Mollà está subrayado y anotado como si no existiera un mañana. Desde que leí a Unamuno asegurando que él jamás escribía nada en sus libros suele asaltarme una sensación un poco penosilla cada vez que dejo en las páginas de cualquier libro las pruebas de mis más hondos sentimientos (sorpresa, asco, odio, empatía, admiración, desprecio, aburrimiento, acuerdo, desacuerdo, sed de saber, orgullo, esas cosas). La sensación penosa se acrecienta, en verdad, cuando retorno a libros estudiados hace mucho y me cruzo con las estupideces que solí anotar en ellos. Unamuno me mira desde los cielos y no puede o no quiere disimular su sonrisa burlona, seguramente lo segundo. En definitiva, anotar los libros puede ser otra forma de pasarse de listo. ¿Y qué es pasarse de listo en un libro? Para poner un ejemplo, consiga usted, esforzado o desocupado lector, un ejemplar de Pulp Fiction (yo tengo en casa el que editó el periódico Las Provincias hace algunos años) y fíjese en esas cosas que, finalmente, Quentin Tarantino no introdujo en la película. Sí, efectivamente, allí donde el Tarantino escritor se pasaba de listo, el Tarantino director de cine le dijo que por ahí, ni agua.

En fin, mi Manual... está bastante fatigado por mis anotaciones, tiene incluso un índice temático de mi puño y letra que ocupa la retiración de tapa y la primera página, la que siempre está en blanco y que se llama guarda. Como le suele pasar a los diletantes (o porque Dios así lo manda o porque ése es el karma de los libros de estudio) las primeras páginas de mi libro están bastante más rallajeadas que las últimas. Odio comprar un libro de segunda mano y encontrármelo así, me parecen una ventana a la inconstancia, a la banalidad de un desconocido por quien doblan las mismas campanas que por mí, y maldita la gracia. Pero la cuestión es que poco me acuerdo del librito, no me ha quedado más que un pozo de conocimiento sociolingüístico que me arma más técnicamente la guardia frente a muchas cosas pero que no es de los que se pueden citar de memoria.

En fin, supongo que porque leí a Toni Mollà (y también a Jesús Tuson, aparte de los estudios que tuve que hacer para sacarme la Capacitació per a l'ensenyament en valencià de la Conselleria, por no hablar de la asignatura de Sociología de la Educación que me puso en contacto con los códigos restringidos y elaborados de Basil Bernstein y esas cosas) es que el mal olor de la discriminación que adopta formas lingüísticas me salta a la cara con la misma virulencia que antes, pero un poquitín más sistematizado.

De todos modos, del libro me acuerdo poco, la verdad. Me parece que tendría que volver a leerlo...

sábado, 19 de noviembre de 2016

Ignacio Sánchez-Cuenca Rodríguez: LA DESFACHATEZ INTELECTUAL. ESCRITORES E INTELECTUALES ANTE LA POLÍTICA

De una biblioteca.
La que he leído es la 6.º edición,
todas de 2016. 

Por lo pronto,
yo soy el tercero
que lo ha pedido, ya.

Introducción,


Estás sentado en un sillón rojo, bastante antiguo pero nada maltrecho: lo han construido en cuero y madera. Afuera suenan los truenos. Estás en peligro aunque eso no lo sabés. Te ofrecen una pastilla roja y otra azul. Te decidís a tomar la pastilla roja, y se abren las páginas de La desfachatez intelectual.

Has vivido tu vida en falso. Aquellos popes que te habían hablado desde el púlpito que otorga el que la palabra de ellos iba a misa te habían estado engañando. Todo es mucho más complicado y más sencillo. A partir de la falacia de autoridad te la habían estado metiendo doblada desde hacía tantos años que ya ni siquiera te dabas cuenta.

La desfachatez intelectual, pues, es un desfile de los horrores de lo más ganado de la intelectualidad ibérica.  Cita a cita la cara de asco tapa más y más la mueca de sorpresa, porque las citas son de repelús. Y es que la desfachatez intelectual se nutre en la impunidad.

Los trocitos de bellota que te habían ido escupiendo berrido tras berrido te han pringado totalmente la ropa. Es hora de ir a la tintorería: la coprolalia erudita es una máquina aceitada y aceitosa.

Nudo


El ensayo de Sánchez-Cuenca cuenta con una Introducción, tres capítulos ("La maldición del escritor", "La obsesión nacional" y "La crisis: merecíamos algo mejor"), una conclusión titulada "El ocaso de los figurones" y un índice de nombres de cinco páginas que es de agradecer. El autor es profesor de Ciencia Política y de Sociología, y suele escribir en InfoLibre y ctxt.

Ya desde la primera página nos muestra de qué va su ensayo, mostrándonos de qué van los autores que reseña. La primera cita, de un tal Jon Juaristi, exetarra devenido Juan Pérez de Arco liberal, que en ocasión de la viralización mundial de la foto del niño sirio muerto a la orilla de Europa, echa la culpa de la misma a los sirios refugiados, que no a los europeos. Aunque el cambio del protocolo de actuación en el Mediterráneo haya disparado las muertes de emigrantes. Aunque la guerra haya sido para que ricachones de Europa y Estados Unidos sean aún más ricachones. La culpa es de los sirios refugiados, porque lo han mandado al muere al niño porque saben que los europeos eso de la culpa la llevan muy mal (uy, sí, muy mal...). Incluso aunque no tengan la culpa de nada, por supuesto, que la culpa es de los sirios.

Jon Juaristi sigue escribiendo en el ABC, qué duda cabe, porque de eso va la desfachatez intelectual. La única forma de ser desfachatado es ser impune. De aquí a un tiempo, no sería extraño verlo ingresando en la RAE, su espacio de poder natural.


Un desempleado español al enterarse
de que acaba de ser
elegido para ser toreado
en una plaza.
La siguiente cita es de la misma calaña. Pertenece a otro Juan de Arco liberal, Fernando Savater. Es la famosa palabrada sobre lo que elegirían los desempleados en España, esa en la que afirma que les parecería aceptable la vida del toro bravo incluso incluido su final para solaz del respetable. Sánchez-Cuenca se pregunta que "resulta difícil afirmar qué imagen del parado pueda tener Savater", cuando parece evidente que le parecen unas mierdas humanas. Quizás no sea ocioso recordar que la última vez que se asesinaron personas en plazas de toros, banderillas incluidas y para solaz del respetable, fue durante la dictadura de Franco. En fin...

A Savater le sigue inFélix de Azúa, que afirma que Zapatero ha sido "el peor dirigente que ha soportado España desde Fernando VII". O sea, y tal como señala Sánchez-Cuenca, que ZP es peor que Franco o Primo de Rivera.

Y sí, así es todo el libro cada vez que el autor cede la palabra a sus reseñados. Da mucho asco.

Los desfachatados intelectuales gozan de la impunidad que permite haber sido etarra o insultar a los españoles tratándolos de simios que se encuentran "en los arrabales de la humanidad" (Ortega) porque esa impunidad se labra con un único peaje definitivo: todos ellos son Juanes de Arco liberales.

y Desenlace.


A despecho de la predicción del autor, al final resultó que algunos de los aludidos sí que le respondieron en sendos artículos. Jon Juaristi, básicamente, acusó a Sánchez-Cuenca de ser amigo de ETA. Qué pereza. Savater no apuntó mucho más alto, le dedicó un artículo para meterse con su mujer...

Y sí, algo decía por ahí Sánchez-Cuenca de lo mal que reciben las críticas estos tipos.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Pedro Lipcovich: "EL CASTIGO"


Me lo regalaron.

Ni muerto ni vivo, ¿castigado?


«El castigo» (37-52) es uno de los cuentos que integran la antología de Pedro Lipcovich Unas polillas, ganadora del Premio Fondo Nacional de las Artes y del Premio Internacional del Cuento «Juan Rulfo».
El protagonista, Diego, llega un día de la escuela para comprobar que sus padres y hermana han comenzado a actuar como si él no existiera (39): «Un mediodía, cuando Diego volvió de la escuela, sus padres no se dieron por enterados de su presencia. Él comprendió que ya estaba siendo castigado».
Este «castigo» se prolonga desde este momento de infancia hasta más allá de la muerte de sus padres, que incluso agonizando tienen fuerzas para mantener la punición contra su hijo. Y se extenderá en el tiempo hasta superar la definitiva orfandad del protagonista, quien sólo puede gozar la vuelta a la existencia social durante unos instantes, ante una desconocida que lo trata normalmente hasta que otra persona le informa del «castigo» que Diego debe cumplir.
Diego tiene un temprano arrebato de rebeldía contra el «castigo»: golpea la mesa durante la cena. La hermana no puede evitar dirigirle la mirada, por lo que el padre la toma del brazo y la abofetea (39). Se celebra un funeral sin cuerpo presente después de que, con la complicidad del comisario, se descubre que Diego se ha ahogado y su cuerpo tragado por las aguas de un río (30-40). Diego se comporta como si fuera un fantasma, presenciando conflictos familiares y el paulatino declive físico de sus padres. Cuando cree haberse liberado del «castigo» y sale a la calle, se le ocurre inscribirse en la escuela para acabar su formación. Una empleada lo atiende amablemente hasta que otra la alerta, hablándole al oído. El «castigo», pues, continúa vigente.
En los subterráneos de la evidente alegoría sobre la represión social y paternal que el relato construye, además del influjo de Cortázar que se traduce en algunas intertextualidades más o menos evidentes y, quizás, también el de Quiroga, subyace otra cuyas claves sólo son desentrañables al lector informado de la historia argentina contemporánea, concretamente de la dictadura cívico-militar-eclesiástica autodenominada «Proceso de Reorganización Nacional», así como de algunos de sus más conspicuos discursos, los que aún resuenan en la memoria colectiva argentina.
Piglia (2004) afirma que los cuentos siempre cuentan dos historias. «Unas polillas», si cuenta dos historias, cuenta una primera historia que es diáfana para un lector universal, para el cual la clave para su comprensión reside en lo fantástico entendido como siniestro, algo que ya conoce habiendo leído al Kafka de La metamorfosis; la segunda historia está reservada para argentinos, el lector que tiene, naturalmente, las claves para desovillarla, porque es quien posee el «diccionario» con el cual «colaborar» con el texto de Lipcovich, construir los significados de la segunda historia. En este sentido, «Unas polillas» podría analizarse como una «obra cerrada» con un «Lector Modelo» ubicado en unas coordenadas socioespaciales inequívocas (Eco, 1993). Hayden (1992: 63) afirma que:

«(…) en la medida en que la narrativa histórica dota a conjuntos de acontecimientos reales del tipo de significados que por lo demás sólo se halla en el mito y la literatura, está justificado considerarla como un producto de allegoresis.»

El cuento de Lipcovich se presta a construir, pues, una lectura alegórica, habida cuenta de que la trama despierta ineludibles resonancias en la memoria de la historia reciente que puede tener un lector argentino o familiarizado con su historia. Y no parece casual que el cuento que inmediatamente le sigue, «Clase magistral» (Lipcovich: 53-60), construye también, desde lo fantástico y siniestro, una alegoría acerca de la «banalidad del mal» (Arendt, 200), con sus ejecutores burocráticos, sin pensamiento, sus víctimas inermes, entregadas agonizantes al síndrome de Estocolmo.
El Teniente General (destituido) Jorge Rafael Videla estuvo al frente de la etapa más sangrienta de la dictadura, donde se acometen las mayores y más numerosas violaciones a los DDHH, y el mayor número de asesinatos (en 1978, apenas dos años después del golpe, el mismo estado argentino reconocía ya la eliminación de 22000 personas). Sin embargo, Videla tenía una virtud que lo destacaba entre sus camaradas: su depurado uso de la lengua, que lo hacía capaz de enfrentar conferencias de prensa y desgranar largas respuestas, más que correctas tanto a nivel gramatical y conceptual, incluso estilístico. Una muestra de la belleza siniestra que Videla dominaba con soltura en su discurso es su definición de la figura del «desaparecido». Así respondía, en la recordada conferencia de prensa de 1979, a un periodista que le consultaba acerca de qué medidas adoptaba o pretendía adoptar el Gobierno para resolver el problema:

«(…) frente al desaparecido, en tanto esté como tal, es una incógnita el desaparecido. Si el hombre apareciera, bueno, tendrá un tratamiento X. Y si la desaparición se convirtiera en certeza de su fallecimiento tiene un tratamiento Z. Pero mientras sea desaparecido no puede tener ningún tratamiento especial, es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está, ni muerto ni vivo, está desaparecido (…). Frente a lo cual no podemos hacer nada (…)».



Las palabras de Videla son un elemento vivo del relato acerca de la dictadura. Todavía sirven para titulares de artículos periodísticos tanto del país como del exterior. «Ni vivo, ni muerto» es el título de una película estrenada en 2002, ambientada en los años de plomo.
Pero el bestiario de citas estremecedoras de la dictadura no sólo se ha nutrido de declaraciones cuyo autor es conocido. También han trascendido otras, las más de las veces bastante cortas, de las cuales no hay constancia de la fuente. Normalmente funcionaban como frases hechas, como latiguillos que debían servir para desaparecer el pensamiento crítico: «algo habrá hecho». El asesinato o la desaparición, incluso de personas concretas de quienes se sabía nombre y apellido estaba justificado porque, sencillamente, «algo habrán hecho».
Diego es, pues, anulado, quitado de la vida por un «castigo» a una falta que nunca se explicita. Ha desaparecido y la vida sigue. Su familia continúa la existencia. Porque Diego «no tiene entidad, no está, ni muerto ni vivo, está desaparecido». Oficialmente, después de un apaño legal en el que se ha contado con la complicidad de la policía, Diego ha muerto en el río, que ha tragado su cadáver, en paralelo con una de las prácticas habituales de desaparición de cuerpos de la dictadura, los «vuelos de la muerte», cuando arrojaban vivos y drogados a los secuestrados desde aviones que sobrevolaban el Río de la Plata.
El «castigo» es absoluto e implacable. Diego es castigado por propios y extraños. Diego mismo «comprende que ya ha sido castigado» al llegar a casa en el primer párrafo. Bastan unas pocas palabras dichas al oído, en las últimas líneas, para que una extraña se sume al «castigo». El lector, a quien nunca le informan por qué ha sido castigado Diego, debe rendirse a la evidencia de que algo habrá hecho Diego. Y algo gravísimo, habida cuenta del castigo inconmensurable. Y por eso está condenado a no estar ni muerto ni vivo, a deambular.
Frente a lo cual no puede hacer nada…

Bibliografía:
  • Arendt, Hannah. Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal. Barcelona: Lumen, 2000.
  • Eco, Humberto. Lector in fabula. La cooperación interpretativa en el texto narrativo. Barcelona: Lumen, 1993.
  • Lipcovich, Pedro. Unas polillas. Buenos Aires: el cuenco de plata, 2009.
  • Piglia, Ricardo. Tesis sobre el cuento. En: Fernando Brugos (ed). Los escritores y la creación en Hispanoamérica (pp. 547/550). Madrid: Castalia, 2004.
  • White, Hayden. El contenido de la forma. Narrativa, discurso y representación histórica. Barcelona: Paidós, 1992.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Vicent Andrés Estellés (mirado desde la Argentina)


Creo que lo compré
en un mercado medieval.
Existe un tironeado montón de citas históricas1 que certifican que la llengua dels valencians2 es la forma más tierna posible de hablar catalán. En Valencia, como en otras regiones de los Países Catalanes —los territorios cuya lengua propia es el catalán— se gasta un glotónimo que sirve para dar nombre al idioma y señalar la variedad lingüística local: allí se habla valenciano, la dulce lengua que alabó Cervantes, y cuya opinión destaco, entre tantas otras, por conspicua. Que me perdonen los sociolingüistas,3 pero yo me lo creo. Cuando comparto espacios públicos con un iaio que raona con su nieto, me lo creo. Cuando veo viejas entrevistas a Estellés en que cuenta su visita a la tumba de Ausiàs March con su hija, me lo creo.
¿Quién es Vicent Andrés Estellés? El poeta en catalán más importante del siglo XX: autor de una enorme obra sin pelos en la lengua, empujada por la alegría y la pena más feroces, por la memoria de la posguerra, por la construcción y degradación ininterrumpida de su Patria Chica, el insolublemente dual País Valenciano,4 donde se libra de siempre una de las más despiadadas y victoriosas batallas que contra las nacionalidades periféricas han acometido los que sólo entienden que España es ¡Una, Grande y Libre!5 La poesía de Estellés, en definitiva, lucha contra el olvido y el miedo.
¿Por qué deberíamos leerlo? Porque, dejando de lado a Cela y a los y las vendedores de churros que escriben novela histórica o rosa,6 jamás hemos dado bolilla a ningún escritor español tan imprudente como para fallecer después de Miguel Hernández. ¡Ni a Ángela Figuera hemos leído, y escribía en castellano! La literatura de posguerra no nos interesa, pero no sorprende: en España tampoco ha interesado lo escrito después del desastre. Javier Cercas lo explica en Soldados de Salamina, y el libro está más bueno que la peli.7 En mi caso, mi curiosidad nueva tiene un hito: cuando leí, después de agarrarlo con dos dedos ascoreados, un ejemplar recién prestado de El Jarama.
En España no es raro que si entrevistan en TV a un italiano no traduzcan lo que dice. Se supone que el televidente entiende. Pero ese televidente no es capaz de saber qué podría llegar a significar, en catalán, una expresión como bon dia. Puede pronunciar Schwarzenegger pero no Josep-Lluís.8 Y eso que leer catalán, para un castellanoparlante, es más fácil que leer italiano o, más cercana, el portugués —la lengua en que podríamos disfrutar, sin intermediarios, de Doña Flor e seus dois maridos o de Quarto de despejo. Porque si leemos Sempre de dol, les cames llargues d’adolescent/que creixia de pressa i sense vitamines,/aquelles cames llargues i quasi sense gràcia,/aquelles cames tristes, l’estiró de la guerra/que et va fer dona abans de la primera sang (Llibre de meravelles) no necesitamos que nos digan que cames es piernas o que dona es mujer. Y si leemos suetoni, que és un fill de puta (Horacianes), sólo necesitamos saber quién era suetoni. Y qué pasaba con su santa madre, claro.
La literatura en catalán es una literatura postergada, reprimida en su propia tierra y en tierra ajena.9 Lo que no es extraño, porque la misma lengua sufre un sistemático ataque que viene de siglos. En Latinoamérica sabemos mucho de postergamiento, de represión, pero sabemos también que no debemos aflojar nuestra curiosidad hacia aquellos productos o procesos atacados por el poder. En este sentido, leer literatura en catalán, en Latinoamérica, puede ser entendido como un acto de resistencia, de rebeldía.
Llibre de meravelles, de la que no existe, hasta donde yo sé, una edición en castellano,10 fue escrito en los ‘50 en plena, dura posguerra11 y editado veinte años después. Forma parte de los que su autor bautizó como “manuscritos de Burjassot”, y es considerada una de sus obras más importantes. El ejemplar que tengo entre manos, de donde tomo el texto que muy lentamente traduzco, es de 2001, y en las tapas está más que clara la trascendencia del poemario: es su edición número veinte. Es decir, todo un señor best-seller. El nombre se lo debe al Llibre de meravelles compuesto en el siglo XIII por una de las plumas cumbres de la literatura en catalán, el escritor mallorquín Ramon Llull. El Llibre de meravelles de Estellés contiene entre sus páginas, si no todos, sí algunos de sus poemas más reconocidos, por ejemplo, Els amants, Assumiràs la veu d’un poble o Ací em pariren i ací estic.
En definitiva, si la Madre Patria vive de espaldas a mucho de lo mejor de su literatura, ¿por qué habríamos de imitarlos nosotros?

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1Acadèmia Valenciana de la llengua. Acord de l’Acadèmia Valencia na de la Llengua (AVL), adoptat en la reunió plenària del 9 de febrer del 2005, pel qual s’aprova el dictamen sobre els principis i criteris per a la defensa de la denominació i l’entitat del valencià”. <http://www.avl.gva.es/va/acords-AVL/main/03/document/NOMENTITAT.pdf> (2005). Valencia [consulta: hace mucho, no me acuerdo].
2Sanchis Guarner, Manuel. La llengua dels valencians (1986). Valencia: 3i4.
3Mollà, Toni. Manual de Sociolingüística (2002). Alzira: Bromera; Tusón, Jesús. Mal de llengües. A l'entorn dels prejudicis lingüístics (1992). Barcelona: Empúries.
4Fuster, Joan. Nosaltres, els valencians (1979). Barcelona: Edicions 62 (hay traducción al castellano).
5Bello, Vicent. La pesta blava (1988). Valencia: 3i4; Ninyoles, Rafael. Conflicte lingüístic valencià (2002). Valencia: 3i4.
6Los escritores Pérez-Reverte y Corín Tellado...: ¿separados al nacer?
7Peris Blanes, Jaume. “Los agujeros del ‘relato real’. Usos del archivo y del testimonio en Soldados de Salamina (Cercas/Trueba)” <http://roderic.uv.es/bitstream/handle/10550/28702/054070.pdf?sequence=1> (2012). Valencia: Archivos de la filmoteca. Revista de estudios históricos sobre la imagen [consulta: hace mucho también].
8TVE. “Tengo una pregunta para usted - Josep Lluis Carod-Rovira”. <http://youtu.be/F7Vz6GZJJOg> (2007). Madrid [consulta: hace mucho].
9Al poeta Àngel Guimerà no le fue concedido el premio Nobel de literatura por escribir en catalán. Joan Manuel Serrat fue vetado en Eurovisión por pretender cantar en catalán. Son sólo ejemplos de personalidades destacadas. Las personas que sufrieron agresiones violentas por hablar en catalán son innumerables, y un buen número puede dar testimonio, porque son contemporáneas nuestras.
10En línea sí es posible encontrar una voluntariosa versión bilingüe: Navarro Peris, Julio. Llibre de Meravelles. <https://www.scribd.com/doc/129378311/Llibre-de-Meravelles> (2013). [consulta: hace unos meses]. De todos modos, la misma presenta, entre sus muchas y evidentes virtudes, algunos detalles pasibles de mejora.
11La dura polsguerra, una palabra compuesta por pols (polvo) y guerra, que a Estellés creo que jamás se le ha ocurrido o, al menos, escrito, pero que así creí haber leído en mi primera visita al Llibre de meravelles. La consigno aquí porque tal juego de palabras inexistente ha encauzado mi lectura de la poesía de Estellés desde entonces.