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Me lo encontré en un Corte Inglés,
nuevito y coleando.
Muy bien de precio, la verdad. |
Me encontré con una edición en inglés de este librito, obra y gracia de
Oxford Press, y me lo compré. Tenía pánico de haberme comprado una edición facilitada, y leer una y otra vez que era una
unabridged edition realmente no me decía nada hasta hace muy poco, pero bueno, resultó que el texto era integral.
Me parecía sospechosamente inteligible, la verdad. La última experiencia más o menos parecida, así, la había tenido con
The Old Man and the Sea, pero el libro del irlandés es todavía más comprensible. O quizás es que he madurado.
Es una lectura que lo expone a uno a variados golpes duros (que no bajos), como no podría ser de otra manera si se escribe acerca del Holocausto. Qué hijos de puta, los alemanes. Cómo disfrutaban torturando niños y esas cosas, los mierdas.
Parece que fue escrito como literatura juvenil, pero a mí que soy
cuarentañero también me funciona, la verdad. El narrador cuenta en tercera persona, pero su mirada está bastante mimetizada con la del niño que protagoniza la historia, por lo que en mi opinión está más que justificado el
aproximamiento tan
indocumentado y dubitativo al horror del Holocausto. El niño no tiene ni idea del horror, y no está en condiciones de creérselo. A medida que avanza la historia, y ya sobre el final, el narrador asume la mirada prácticamente simultánea de los dos niños: de Bruno, el hijo de mandamás de Auschwitz, y de Shmuel, el niño judío con el que entabla una relación de amistad. Y no es casual, nos hemos ido acercando a Shmuel desde hace páginas y páginas, desde que era apenas un punto perdido un poco más acá del horizonte.
El final es tremebundo, como no podía ser de otra manera. La atroz inocencia de los protagonistas, su impenetrable ignorancia, arroja una luz sobre la historia que lo pone todo en foco, porque somos nosotros los lectores los que tenemos que darnos cuenta de lo que pasa, y es inevitable.
Hay quien dice que esta novela obligaría a los padres a tener que explicar a los hijos qué fue la Shoa. Quizás. Lo cual no es un pecado, por otra parte. Todo hay que explicarlo y aprenderlo, porque así funciona ser personas.