domingo, 29 de enero de 2017

Bart Howard: Fly Me to the Moon (In other words)

"Fly me to the Moon" es esa canción tan conocida que dice así:

Fly me to the Moon
Let me play among the stars.
Let me see what spring is like
On Jupiter and Mars.

In other words, hold my hand.
In other words... darlin', kiss me.


Fill my heart with song,
Let me sing for evermore,
You are all I long
For all I worship and adore.
In other words, please be true.
In other words... I love you.

Es una de esas canciones que uno va a ir escuchando hasta que se muera, aquí y allá, queriéndolo o de rebote. En estos días la estoy escuchando por cuanto y cuanta cantante puedo y, por ahora, las definitivamente cínicas versiones de Sinatra son las que más me gustan.

Recuerdo que hace unos años la escuchaba seguido: era la cortina musical de Evangelion.

El tema es que hace unos días tuve un momento "epa, qué pasa acá", con esta canción. Estaba escuchando versiones de "Summertime" y, no sé cómo, acabé llegando a "Fly me to the Moon". Me encantó que fuera tan accesible de tocar en flauta dulce e instrumental Orff (salvo por un maldito sol sostenido que maldita la gracia me va a hacer saltármelo en los xilófonos si finalmente me decido a quitármelo de encima) y, de repente, me asaltó ese "In other words" como un ojo al piojo, a ver lo que se viene.

¿Cómo que "In other words"?

Mientras afinaba la oreja a ver qué seguía (y era fácil: seguía "hold my hand", que había aprendido hacía nada que era "toma mi mano" y que, después, volví a encontrármelo en Django Unchained y, después todavía, un "darlin', kiss me" que rompía brutalmente la rima, pero a quién le importa, ya). Después siguió una mescolanza con palabras que más o menos comprendí a medias, y después otro "in other words" con un "please be true" sencillo y, como si le echaran agua, un "I love you".

Y mientras escuchaba la canción otra vez, pero en una versión "with lyrics", pero desde antes también la verdad, y mientras más o menos me daba cuenta por fin y esforzadamente de qué estaba diciendo la canción en sus detalles, me acordaba de dos cosas: de Silvio Rodríguez y su "palabra precisa" y de la poesía del silencio. Y se me ponía a funcionar adentro de la cabeza todo junto, entrando en conflicto y en colaboración.

Porque si "Summertime" me parecía grandiosa en su enorme humildad lírica de agradecer al buen clima que todo sea mejor y más lleno de esperanza y de promesa porque, básicamente, hace buen clima (una esperanza, pero sobre todo una promesa con resonancias a "L'estaca", en mi opinión), "Fly me to the Moon" no le iba en zaga. ¿Es menos humilde, acaso, ponerse a buscar las metáforas más bonitas, decirlas y sacárselas inmediatamente de encima para volver a la sencillez perfectamente humana y compartida de explicarse una vez más y decir lo que todos podemos (o deberíamos poder, en fin...) decir, es decir, "toma mi mano", "besame", "por favor sé verdadera" (o "sincera", vaya uno a saber) ", "te amo"?

A solas, sin más aliño, "toma mi mano", "bésame", "por favor sé verdadera" (o "sincera", vaya uno a saber) " y "te amo" funcionarán maravillosamente a condición de que la música sea bastante más que maravillosa. O si uno compone reggaeton. Si no es el caso, la cosa se complica.

"Fly me to the Moon" se llamaba originalmente "In other words". El nombre primero le duró poco, la fuerza del primer verso acaparó la atención del público, y le ganó a la sabiduría poética del autor. Me encanta el doble juego que consigue "desechando" sus palabras anteriores al mismo tiempo que las iguala a lo que dirá después. Y me parece incluso osado. No cualquiera se anima a decir, si se llama poeta, que todo lo que ha dicho lo debería haber dicho de otra forma. Aunque obvio que de eso no se trata, sino que es un juego muy dulce y muy lúcido, pero el salto al vacío se ha producido, se ha autoexpulsado de "la palabra precisa" y de lo que de un tiempo ha esta parte se ha llamado "silencio" en la poesía.

Lo que me pregunto también es por qué rompe tan brutalmente con la rima con el "kiss me". Y si me pregunto sobre brutalidades, la que me salta a la vista es la casi plena redundancia del "worship and adore".

A mí me parece que el salto al vacío2 del "kiss me" tiene que ver con una salida de la poesía, con la plena humanización del sujeto lírico, el desencadenamiento de su persona. Cof, cof. Porque ya me dirán qué tiene de poético, además, ese "in other words" así, solito, sin aliño, sin acompañar a todo lo demás y que le da plenitud a su valor expresivo hasta hacerlo imprescindible y más lindo imposible.

Esto, sin tomar en cuenta que el "kiss me", lo más probable, era que el autor se iba a dejar cortar algo o un par de algos antes que dejar de ponerlo. Y quizás, simplemente, no había mejor manera de ponerlo que así, a lo bestia. Y queda tan bonito así, a lo bestia, porque el sopapo de esa falta de rima te hace prestarle atención exclusivamente a las palabras, a la petición, al vínculo entre la palabra y la acción y entre las dos personas que, así, queda claro que monopolizan la canción.

¿Y qué pasa con el "worship and adore"? Me comentaron por ahí que hay algo que se llama "praise and worship music". Entonces a lo mejor la redundancia esta ahí para asemejarla a una canción de adoración casi religiosa. A mí me resultó el tercer sopapo cuando por fin escuché con atención esta canción, porque me parecía que el autor tendría que haber buscado alguna cosa antes que dos palabras que, dejando de lado puritanismos gramaticales, significan casi lo mismo. Después me puse a pensar y vi que, a lo mejor, esta doble afirmación viene a ser como una reducción en tres palabras del mensaje mismo de toda la canción, que uno puede entender de afirmaciones dobles, de partes que se reflejan. Tomá pa' vos. A lo mejor es eso.

En fin...

sábado, 21 de enero de 2017

Agustín Fernández Mallo: NOCILLA DREAM

Comprado y vendido en Todocolección.
Hace un par de años leí la novela Nocilla Dream. Pocas páginas después, ya ridiculizado y denigrado, el autor da una muerte y posteridad miserables al Che Guevara.

Los escritores posmodernos tienen una rara habilidad para burlarse de quienes es escandaloso pero inofensivo burlarse. Ninguna novela posmoderna, que yo sepa, se burla de Ángeles Pedraza, por ejemplo, ni de cualquier otro hijo de puta con capacidad y tesón de joderte bien la vida.


(Reflexiones después de leer el Romance de los guardias civiles, de Federico García Lorca).

sábado, 14 de enero de 2017

Antonio Prohias: SPY VS SPY

Lo regalaban.
Estos tipos son crueles casi sin fisuras. Tanto como su perfil afiladísimo (a mí me hacen acordar a Tati) parece presagiar. Se igualan en sadismo, en inventiva y en la muerte, porque primero muere uno y después el otro, a veces con la técnica del cazador cazado y otras porque el plan urdido, sencillamente, no tenía fisuras.

Cuando se compadecen del contrario o cuando le dan de comer a unos pájaros te dejan pensando. Pero eso jamás deja de ser más que una muestra (ridícula y anuladora de cualquier empatía) de debilidad que el contrario aprovecha fatalmente. Antonio Prohías, su creador, no se compadece de sus personajes, ni les tiene la menor empatía.

El autor fue cubano y furibundo anticastrista. En Spy vs Spy no parece que se note aunque, como diría Walter White, mejor será seguramente que no hilemos muy fino...

Se me ocurre un único spoiler muerto de hambre: sólo en las versiones animadas la palabra "vs" va cambiando de color (una coherencia que, al parecer, jamás le preocupó a Prohías).

sábado, 7 de enero de 2017

Ricardo Piglia

Es lo que hay.
¿Qué cosas leí de Piglia? Respiración artificial, de cabo a rabo. También sus Tesis sobre el cuento. Eso seguro. Después, aquí y allá, artículos en periódicos de los que no me queda memoria. Sus Nuevas tesis sobre el cuento no sé si las leí completas, aunque sí algunos párrafos hace mucho y hace nada.

Con Piglia me pasó como con Futurama o la Cherry Coke, mi expectativa era tan grande y desesperada en mi primer contacto, que la decepción fue inevitable. Venían muy recomendados Piglia, Futurama y la Cherry Coke, y las primeras impresiones no son las únicas, pero sí las primeras. La costumbre no enamora, aunque Futurama quizás es la excepción a esa regla. La Cherry Coke se murió bien muerta. Y Piglia, el novelista, nunca me volvió a despertar ansias. Y es raro, además, porque su "Asno I" se quedó grabado en mi cerebrito como una de las mayores gozadas lectoras de mi vida, un orgasmo mental sin ASMR de por medio.

Hace unos años tenía un compi de trabajo, estudiante o titulado en filología por la Universitat de València, que estaba encandilado por Piglia y Onetti. Su gusto venía, seguramente, de las clases que había recibido de la profesora argentina Sonia Mattalia. Mi ejemplar de Respiración artificial, unas fotocopias cubiertas de anotaciones fotocopiadas de dueños anteriores, y de anotaciones mías y de otros, es uno de los tantos libros que mi amigo me regaló por esos años. Lo leí bastante rápido, pero no me resultó la fiesta que yo suponía que iba a ser.

No es perdonar ni perdonarme, pero el alarde intelectual, incluso la pedantería, sólo los soporto, entendiéndose de la única forma posible que se puede soportar algo siendo lector, es decir, como disfrute, en Cortázar y en Borges. Después no, después ya no puedo, no me sale, no se lo soporto ni a Saer, ni a Millás, ni a Vila-Matas, ni a Joyce ni a nadie. Ni a Piglia tampoco. Sobre gustos lo que hay escrito no importa tres carajos, pero es lo que hay y no tiene nada que ver, porque el gusto tiene razones que la razón no comprende.

Entonces sí, leí Respiración artificial y hubo partes que me gustaron y partes que no. Lo que sí leí con delectación y hasta hoy no me he cansado de releer son las Tesis. Me encanta su estilo sencillo, su aproximación al cuento con la lupa que da la de ser un escritor de ficción ante todo, su preocupación por la artesanía del oficio de escribir cuentos, esa cosa de escritor que aprende que respira todo el ensayo a pesar de tanta seguridad en cada frase.

Y a todo esto, me pregunto: ¿qué tal serán los cuentos de Piglia? Me parece a mí que ya va siendo hora de que los lea. Y Plata quemada, también, a pesar de que me parece casi imposible haber escrito esa novela sin haberle robado nada a Puig. Habrá que ver.

domingo, 1 de enero de 2017

Martín Adán: LA CASA DE CARTÓN

Antes quitaba las
sobrecubiertas a los libros.
Hace tiempo que no lo hago...

Es lo que hay


A mí la literatura peruana me vuelve loco, por lo que estaba bastante desesperado por hacerme con un ejemplar de La casa de cartón, una novela de Martín Adán publicada en Lima en 1928. El que me traje de Perú, una edición del periódico El Comercio con abundante aparato crítico, lo conseguí con un 2x1 de esos en un puesto de libros usados del jirón ¿Amazonas? Si no recuerdo mal, dos libritos de Cátedra me costó el del peruano.

¿Cómo se acomete la lectura de La casa de cartón


La del artista antes conocido como Ramón Rafael de la Fuente Benavides es una prosa exquisita. Porque el tipo era poeta, y se nota. El texto está dividido en distintas secciones más y menos largas, separadas por un espacio en blanco y sin títulos. Cada una de estas secciones es, normalmente, una gozada en la que cada detalle es detallista, en fin, que hay que dedicar la más plena atención a lo que se tiene entre manos (estar en lo que estás ahora se llama mindfulness, entendámonos). Como si de un cuento o de una poesía se tratara.

¿Y entonces por qué se me ha caído de las manos tantas veces si está tan buena? Me parece a mí que es porque he acometido contra ella la peor de las estrategias lectoras. Está bien que La casa de cartón es una novela, pero no parece que se la pueda leer como tal por más que se intente. Porque si el precio a pagar es quedarse bocabadado ante la impotencia propia de no disfrutar algo que está muy bueno, menudo negocio.

A mí, pues, La casa de cartón me agobia, me da más de lo que puedo digerir en cada sentada, y es culpa mía.

***

Escribir una  novela obsesionada con Lima a la vez que perfectamente despreocupada de la miseria o la justicia social implica un acto de honestidad indudable. La gente se muere de hambre al lado tuyo, pero lo único que merece la pena es la literatura inglesa y esas cosas. No puede haber cinismo en eso, no hay hipocresía ni buscándola. ¿Qué más se le puede pedir a un poeta cuya pluma es maravillosa que la ausencia de postureo, que la honestidad más brutal?

A mí esa divina sinceridad de Martín Adán es lo que más lastra mi lectura de su obra, todo sea dicho. Llega un punto en el que desfile sistemático de todo le chupa un huevo llega a llenarme los propios.

Y estamos hablando de un autor a quien, para variar, la realidad le estalló en la cara hasta matarlo miserablemente.