domingo, 29 de octubre de 2017

Herbert Marcuse: CULTURA Y SOCIEDAD

Lo compré en un rastro,
en una casa de empeños
o en la París-Valencia.
La realidad es que de
un tiempo a esta parte
suelo cruzarme con ejemplares
de esta edición porteña
allí donde voy. Es de esas épocas en
que en la Argentina
se editaba uno o dos años
después de la publicación original
las traducciones de obras
como las de este
tipo, Sartre, etc.

Se ve que los ejemplares de
Sur estuvieron guardados
en algún depósito alguna que
otra década, y que
alguien en algún momento
decidió volver a
hacerlos circular.














Siempre vuelvo a Cultura y Sociedad, de Herbert Marcuse. A uno de los ensayos que lo conforman, en realidad: "Acerca del carácter afirmativo de la cultura". Lo tengo asediado de pósits y de subrayados en lápices de tres colores. Me sirve para reflexionar críticamente sobre Educación, para pelear dignamente algunos rounds contra el Goliat que nos han lanzado al cuello desde la Administración, ese general de la CEOE que nos PISA. Me refiero a las omnipresentes Competencias.

¿Por qué lo tengo tan trajinado a mi Cultura y Sociedad? Primero y principal, porque mi acuífera memoria necesita que le señalen todo con el dedo todo el tiempo. Segundo, porque cuando Marcuse me explica que vivimos en una sociedad en la que "no interesa que el hombre viva su vida, lo que importa es que la viva tan bien como sea posible", que hay que "injertar la felicidad cultural en la desgracia", que "esta felicidad no puede violar las leyes de lo existente", porque "la libertad del alma ha sido utilizada para disculpar la miseria, el martirio y la servidumbre del cuerpo", yo sé que me está hablando de nuestro tiempo y que, junto a todo lo demás, puedo hacerlo funcionar a la hora de pensar la Educación.

Es llamativo que los gurúes de las Competencias (con Marina como su más conspicuo troyano) exigan siempre a los docentes y a los sistemas educativos que formen al alumnado para ser capaces de adaptarse a como dé lugar a un mundo que cambiará constantemente, incomprensiblemente, pero asumiendo que esos cambios siempre serán de afuera para adentro, es decir, que nunca los verán a nuestros alumnos y alumnas como protagonistas de ese cambio. Porque ellos no puede ni debe cambiar nada. Sólo adaptarse, ser competente/competir, o morir. Su "felicidad no puede violar las leyes del orden existente", tiene que ser un "individuo [que] ha aprendido a plantearse, ante todo, las exigencias a sí mismo", "[encontrar] su felicidad en lo existente".

Porque lo que no hay que olvidar es que "el carácter inofensivo de la felicidad crea su propia negación".

Podría y debería seguir, pero aquí lo dejo. Unas 40 páginas dura el capítulo que más me interesa. Ésta no es la mejor reseña, pero es una reseña. Leerlo directamente a Marcuse, en este caso, cuesta un poco más de media hora.

sábado, 21 de octubre de 2017

Geronimo Stilton: EL LLIBRE I LA ROSA

Lo regalaba una seño.
Yo sé que hay libritos de Geronimo Stilton de todas las formas, colores, tamaños y olores, que no sabores. El que me ocupa, El llibre i la rosa, es una edición pequeñita, en catalán, supuestamente traducido de un ignoto original italiano, Il libro e la rosa, que no parece que haya sido nunca publicado en italiano previamente, porque el único que he podido encontrar del mismo nombre parece cualquier cosa menos un libro para niños.

En fin.

El llibre i la rosa seguramente es obra de un escritor o grupo de escritores en la sombra, eso que antes se llamaba negro literario. Es decir, Geronimo Stilton funciona como una franquicia en la que los verdaderos creadores son invisibles, y que sólo reconoce el trabajo del traductor, David Nel·lo, y la idea original (?) de la creadora del personaje, Elisabetta Dami, es decir, sólo y aparentemente de las firmas que puedan prestigiar al producto.

A mí, que estoy leyendo No logo por estas épocas, esas prácticas me están volviendo a dar bastante asco, porque son una muestra más de que toooooooooooodo el poder lo quieren las corporaciones, y sin piedad alguna.

Y sí, yo con estas cosas me doy manija.

***

Dejando de lado al libro como objeto de consumo, y centrándome en su calidad lecturable (lo siento, pero para mí lecturable es un significante vacío de esos), ¿qué me pasa con El llibre i la rosa?:

1) Lo he leído por el mismo motivo que leí Harry Potter (no me gustó nada) o Dragon Ball (bueh...): si les gusta a mis hijos, vamos a ver de qué se trata.

2 A) ¿Me gustó? Maso. El libro fue un éxito de ventas en Cataluña.

3) ¿De qué va la historia? Geronimo Stilton es un ratón periodista que viaja a Barcelona o Ratalona, "la ciudad más alegre del mundo" (¡?) con su familia, y tiene que dar un discurso en ocasión de la celebración de la Diada de Sant Jordi (la gente se regala libros y rosas en esa fecha). Sucede un romance y una aventura.

4) Entonces, qué, ¿vale la pena? Yo tengo el prejuicio de que no puede haber métodos malos para incentivar la lectura en niños y adultos si éstos, sencillamente, funcionan.

Si a un hijo mío le gustara leer los vomitivos rejuntados de palabras de los sobrecitos de azúcar, que los lea. Y si hay que conseguirle sobrecitos de azúcar, se le consiguen. Una vez que se descubre que a uno la lectura le gusta, el cielo es la frontera, y ya habrá tiempo para oscurecer el paladar si es que hace falta eso, claro. Que le pregunten a Guy Montag, si no.

¿Qué es lo que engancha de Geronimo Stilton? Ni idea, pero supongo que las pinceladas de fino humor que hay por aquí y por allá, funcionan. A mí, por ejemplo, el uso de roedor/a como sinónimo de persona y de chico/a, me gustaba, y era de esas cosas satisfactorias que esperaba con impaciencia a medida que pasaban las páginas.

Se me ocurre, también, que el sistemático resaltado de algunas palabras con caracteres de fantasía también funciona. Y aparte construye un vínculo de amor entre la palabra y el lector, la palabra se transforma casi casi en un objeto de deseo fetichista, y eso no puede ser malo.

En el caso de mi traducción catalana, algunas de las palabras resaltadas las leí por primera vez en sus páginas. Por ejemplo:
, que significa encaprichado pero también enamorado. Y, desde luego, no necesité acudir al diccionario para dejarme envolver por sus múltiples resonancias significantes. Una bonita forma de adquirir nuevo vocabulario, desde luego.

A mi hija, por lo pronto, no parece que la esté enganchando. El típico preciosismo en la elección de la palabra perfecta que voy viendo en los libritos para niños en catalán no se fructifican frente a mis hijos en sonrisas perfectas, porque la falta de inteligibilidad, a mi parecer, entorpece la constancia de la mirada. Es un tema de equilibrio, según lo veo yo.

2 B) ¿Volvería a leer otro libro de la saga? No veo por qué no, pero a condición de que los encuentre en otro idioma que no sea castellano.

sábado, 14 de octubre de 2017

Leyendo NO LOGO: EL PODER DE LES MARQUES, de Naomi Klein

No sé cuándo ni cómo,
lo compré por Internet.
Leer No logo es un trabajo largo, arduo, asfixiante, tumultuoso durante las cientos y cientos y cientos y cientos de páginas de prosa prístina como la visera del casco de un piloto de Fórmula 1. Yo estoy leyendo, que no estudiando, una traducción catalana que, quizás, compré en Todocolección. Lo estoy leyendo, no subrayo nada y apenas he puesto un pósit muerto de hambre señalando la sección donde escribe sobre marcas y educación, y esto por motivos profesionales.

¿De qué trata No logo? Básicamente, de cómo las marcas (no las industrias), modelan el mundo siguiendo unos principios implacables. No conspiratorios, pero implacables. De cómo la máxima aspiración de cada marca es, sencillamente, el viejo y bueno monopolio. Pero envuelto en papel de seda y recibido entre sonrisas de eterno agradecimiento eterno, que es lo que verdaderamente vale.

Lo había dejado medio abandonado, después de una manito entera de cientos de páginas, y hace unos días lo retomé. La excusa de estar preparando el Superior de valenciano, sirve. No para retomar la lectura del Tirant lo Blanc, que tengo abandonado pero con un señalador en la página 55.398.798 (sabe dios que no quiero añadir confusión, en este momento, a mi preparación de la prueba), pero sí para sumergirme otra vez en el ensayo de Naomi Klein.

Complicado es leer No logo. Estudiarlo, debe ser una locura. Preparar una reseña académica comme il faut, para elegidos. Escribirlo, bueno bueno...

Y su prosa es clara y ágil, eso tengo que recalcarlo (y recalcármelo). Jamás te da ganas de tirar el libro por la ventana. Está bien estructurado, y avanza a paso firme. Opina por aquí, por allá, pero no es un panfleto, se limita a dejar que la voz de quienes analiza los retrate. En ese sentido, me hace recordar El horror económico, que apelaba a la misma estrategia discursiva: no hay nada como dejar hablar a los hijos de puta para que muestren lo hijos de puta que son. A condición, claro está, que hablen relajados, como quien acaba de ocurrírsele un chiste, como quien cree que está hablando para la tropa propia o sus alcahuetes, esas cosas.

El horror económico tiene una prosa vibrante, maravillosa. Tiene una calidad literaria que te estremece. Nada de eso hay en No logo. Y andá a saber, quizás es a propósito, para ahorrarse los ataques más mezquinos de los chupaculos del plumín. Lo que está claro es que a Naomi Klein se le entiende cuando escribe y cuando habla. Además, y esto vale la pena, también hay documental basado No logo (el otro, el que se basa en su Doctrina del shock, que todavía no he leído).

Las marcas, que no las industrias, que son simples bitches en este juego, aspiran al monopolio no sólo de la venta de su producto, sino de mucho más. Las marcas aspiran a monopolizar el espacio, las opciones, el trabajo. Y ojo, porque una marca es Nike, pero también el nombre de cualquier supermercado. Es por eso que cuando una marca te deja "sin opciones" no significa solamente que pretenda que sólo se pueda comprar el producto que ellos hacen producir en China con su correspondiente etiquetado, sino también puede significar, y significa, que las grandes marcas distribuidoras (Naomi Klein se centra en Walmart) reducen las opciones a los consumidores hasta, discretamente, llegar a censurar los contenidos. Las revistas o los sellos discográficos, según cuenta Naomi Klein, a la hora de hacer correcciones y revisiones al material que lanzan, se ocupan específicamente sobre si habrá algo que pueda molestar a Walmart. Y lo quitan. Sencillamente. Y por supuesto que no es censura, es simpatía y modernidad.

Todavía no lo acabé. Me falta la mitad del libro, pero contando.

sábado, 7 de octubre de 2017

Juan Estarellas: PREPARACIÓN Y EVALUACIÓN DE OBJETIVOS PARA LA ENSEÑANZA

¿Dónde lo conseguí?
Cada tanto me gusta leer o releer este tipo de manuales, me sirven para refrescar conceptos básicos en Educación, para focalizar la reflexión en determinadas cosas importantes, para evitar el naufragio en esas tormentas semánticas perfectas a las que suele ser tan afecta la Administración, en cuya formación le cambian el nombre a todo para, desprofesionalizándonos en el interín, pillines, obligarnos a los docentes a volver a aprender a hablar, como si fuéramos niños de pecho, cada una siempre reducida cantidad de años.

Esas tormentas semánticas perfectas suelen ser tan perfectas, a veces, que incluso la misma Administración se confunde a sí misma cuando publica documentos en los que, supuestamente, intenta echar agua clara, clarísima, al asunto. El Document Pont de la anterior Conselleria pepera en el País Valenciano es un ejemplo enternecedor de ello.

¿Quién será Juan Estarellas? Ni idea. Parece que fue docente en la Florida Atlantic University, y escribió bastantes libros sobre lingüística y demás.

A mí me gusta leer este tipo de libritos porque suelo encontrarme cosas como ésta:
que, a mí, me refrescan la memoria. No es que sean la panacea, claro, no es que sienta que no ha pasado nada desde 1971, pero a veces el lenguaje llano te recuerda que el pan es pan, y el vino es vino.

El libro de Estarellas está estructurado en secciones apocopadas por un par de preguntas que, fieles al estilo conductista, te llevan a páginas en las que te refuerzan positivamente si has acertado, o te refuerzan negativamente si la has cagado. Y las delectadas broncas que te echa Estarellas van in crescendo...


hasta llegar a un cierto tipo de paroxismo.


O sea, es mejor tenerlo lejos al profe Estarellas cuando se dicen burradas.

Y no te pienses que cuando has acertado las cosas van mejor. No es que te tenga mucha confianza, precisamente...:

Y sí, podría perfectamente estar escribiendo artículos dominicales en El País el profesor Estarellas, ¿verdad?