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Creo que lo compré
en un mercado medieval. |
Existe un tironeado
montón de citas históricas
que certifican que la llengua dels valencians
es la forma más tierna posible de hablar catalán. En Valencia, como
en otras regiones de los Países Catalanes —los territorios cuya
lengua propia es el catalán— se gasta un glotónimo que sirve para
dar nombre al idioma y señalar la variedad lingüística local: allí
se habla valenciano, la dulce lengua que alabó Cervantes, y
cuya opinión destaco, entre tantas otras, por conspicua. Que me
perdonen los sociolingüistas,
pero yo me lo creo. Cuando comparto espacios públicos con un iaio
que raona con su nieto, me lo creo. Cuando veo viejas
entrevistas a Estellés en que cuenta su visita a la tumba de Ausiàs
March con su hija, me lo creo.
¿Quién es Vicent
Andrés Estellés? El poeta en catalán más importante del siglo XX:
autor de una enorme obra sin pelos en la lengua, empujada por la
alegría y la pena más feroces, por la memoria de la posguerra, por
la construcción y degradación ininterrumpida de su Patria Chica,
el insolublemente dual
País Valenciano,
donde se libra de siempre una de las más despiadadas y
victoriosas batallas que contra las nacionalidades periféricas
han acometido los que sólo entienden que España es ¡Una, Grande
y Libre!
La poesía de Estellés, en definitiva, lucha contra el olvido y el
miedo.
¿Por qué
deberíamos leerlo? Porque, dejando de lado a Cela y a los y las
vendedores de churros que escriben novela histórica o rosa,
jamás hemos dado bolilla a ningún escritor español tan
imprudente como para fallecer después de Miguel Hernández. ¡Ni a
Ángela Figuera hemos leído, y escribía en castellano! La
literatura de posguerra no nos interesa, pero no sorprende: en España
tampoco ha interesado lo escrito después del desastre. Javier Cercas
lo explica en Soldados de Salamina, y el libro está más
bueno que la peli.
En mi caso, mi curiosidad nueva tiene un hito: cuando leí, después
de agarrarlo con dos dedos ascoreados, un ejemplar recién prestado
de El Jarama.
En España no es
raro que si entrevistan en TV a un italiano no traduzcan lo que dice.
Se supone que el televidente entiende. Pero ese televidente no es
capaz de saber qué podría
llegar a significar,
en catalán, una
expresión como
bon
dia.
Puede
pronunciar Schwarzenegger
pero no Josep-Lluís.
Y eso que leer catalán, para un castellanoparlante, es más fácil
que leer italiano o, más
cercana, el
portugués —la
lengua en que podríamos disfrutar, sin intermediarios, de Doña
Flor e seus dois maridos
o
de Quarto
de despejo—.
Porque si leemos Sempre
de dol, les cames llargues d’adolescent/que creixia de pressa i
sense vitamines,/aquelles cames llargues i quasi sense
gràcia,/aquelles cames tristes, l’estiró de la guerra/que et va
fer dona abans de la primera sang
(Llibre
de meravelles)
no necesitamos que nos digan que cames
es piernas o que dona
es mujer. Y si leemos suetoni,
que és un fill de puta
(Horacianes),
sólo necesitamos saber quién
era suetoni.
Y qué pasaba con su santa madre, claro.
La
literatura en catalán es una literatura postergada, reprimida en su
propia tierra y
en tierra ajena.
Lo que no es extraño, porque la misma lengua sufre un sistemático
ataque que viene de siglos. En Latinoamérica sabemos mucho de
postergamiento, de represión, pero sabemos también que no debemos
aflojar nuestra curiosidad hacia aquellos productos o procesos
atacados por el poder. En este sentido, leer literatura en catalán,
en Latinoamérica, puede ser entendido como un acto de resistencia,
de rebeldía.
Llibre
de meravelles,
de
la que no
existe, hasta donde yo sé, una edición
en castellano,
fue
escrito
en los ‘50 —en plena, dura posguerra—
y
editado veinte años después. Forma parte de los que su autor
bautizó como “manuscritos de Burjassot”, y es considerada una de
sus obras más
importantes.
El
ejemplar que tengo entre manos, de donde tomo el texto que muy lentamente traduzco,
es de 2001, y en las tapas está más que clara la trascendencia del
poemario: es su edición número veinte. Es
decir, todo un señor best-seller.
El
nombre se
lo debe al
Llibre
de meravelles
compuesto en el siglo XIII por una de las plumas cumbres de la
literatura en catalán, el
escritor mallorquín Ramon
Llull. El
Llibre
de meravelles
de Estellés contiene entre sus páginas, si no todos, sí algunos de
sus poemas más reconocidos, por ejemplo, Els
amants,
Assumiràs
la veu d’un poble
o Ací
em pariren i ací estic.
En
definitiva, si
la
Madre
Patria
vive de espaldas a mucho de lo mejor de su literatura, ¿por
qué habríamos de imitarlos nosotros?
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