Desesperado estaba por leer estos cuentos en versión original, y al final me hice con un ejemplar de segunda mano a través de ese paraíso del librito usado y barato llamado iberlibro.com.
El primer cuento que leí, cómo no, fue "So Much Water So Close to Home". Ahí me enteré de que había varias versiones de este texto, y que Las Provincias había publicado la versión reducida. Que si el editor había metido mano, que si hay versiones nuevas, que si vamos a vender más libros. A mí, al menos, me los vendieron. En camino están Beginners y What We Talk About When We Talk About Love, Iberlibro mediante.
Short Cuts es más sencillo de leer que Diary of a Wimpy Kid, para un estudiante intermedio de inglés como yo. El bueno de Jeff Kinney nos tira por la cabeza un festival de phrasal verbs que serán del todo desestructurados y macarras e inteligibles para un nativo, pero arduos para un tipo como yo. El librito de Carver no va por esos caminos. De hecho, me está resultando bastante más inteligible que The Great Gatsby, que se me cae de las manos cada vez que lo agarro, muy a mi pesar.
Los cuentos de Carver nos presentas parejas disfuncionales que se ahogan en vasos de agua. Nos tiran por la cabeza sobredosis de vergüenza de esa que llamamos ajena, y nos pone en los zapatos de gentes que se meten en la casa de vecinos y en problemas, de maridos obsesionados con la imagen de sus esposas, de vendedoras ambulantes de vitaminas hacia las que no podemos sentir sino la más furiosa de las empatías. Es fácil.
¿Qué decir de las dos versiones de "So Much Water So Close to Home"?
En la versión reducida, el protagonista parece que impone su "vos lo que necesitás es un buen polvo" a la narradora, o eso es lo que asumimos. O quizás eso no es lo que pasa, sino que el cuento se acaba ahí porque no hay nada que contar, toda vez que su marido no entiende nada ni cambia de ninguna manera. La narradora, pues, nos ahorra más detalles, nos deja con su "ahí lo tenés, al pelotudo". En la versión extendida, por su parte, la narradora aparentemente no cede. O quizás sí, porque su última explicitación del horror puede significar "sí", pero también "no", al "vos lo que necesitás es un buen polvo" de su marido.
En todo caso, una diferencia que se puede hacer es que el último acto inmóvil de un protagonista se reserva al marido, en la versión reducida, y a la mujer en la extendida. El problema no tiene solución, y la incomunicación impone su ley.
Afascinado ando, con los cuentos de Carver.