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sábado, 11 de enero de 2025

John Boyne: TODAS LAS PIEZAS ROTAS

No sé si voy a leer esta novela de John Boyne. Por lo que parece ser, y creo que lo leí en la contratapa un día que lo tuve en las manos en un supermercado, es la historia de la hermana del protagonista, que después de mucha agua pasando bajo el puente se ha arrepentido de haber sido una niña nazi. Uf. No sé. Los personajes que fueron malos y se arrepienten y se vuelven buenos, no sé. Me cuesta creérmelos, y me cuesta perdonarlos. Sobre todo si han sido malos con compromiso político, esbirros del régimen, esas cosas. 

Creo que, muchas veces, estos cambios metidos a los personajes no son más que frivolidad de los creadores en complicidad con la frivolidad de los lectores o espectadores. Por ejemplo, Daniel Salazar, el siniestro y entrañable extorturador entrenado por la CIA para la represión en El Salvador. Yo, los exrepresores que conozco, son como los hijos de puta que siguieron desapareciendo gente acabada la dictadura en la Argentina, o como este otro hijo de puta, insultando y amenazando sin la más mínima vergüenza. Esto es lo que pasa en el mundo real, por lo que hay que ser muy frívolo para inventarse un Daniel Salazar más imposible que el más imposible de los personajes que un escritor posmo podría inventar. Entonces con la hermanita esta, qué pocas ganas tengo de ver cómo ha cambiado, de empatizar con ella y todo eso. 

domingo, 21 de agosto de 2022

James Joyce: Ulises

Creo que los compré en un rastro

o en una casa de empeños

por monedas.

O quizás en Todocolección.


Leer el Ulises de Joyce fue una odisea. Por fin, por fin. Había que hacerse y se hizo. La estrategia, la misma que no me funcionó cuando intenté leer el Tirant lo Blanch en catalán antiguo: leer una sección, un poquito, un par de páginas, lo que sea, y pasar en seguida a otro libro. Con el Tirant no me funcionó al primer intento, pero con el Ulises sí me funcionó al segundo intento, por lo que quizás en un tiempito agarre otra vez el libro de Martorell y vuelva a intentarlo.

¿Qué decisiones tomaré, como lector? Seguramente dejaré de resistirme a comprar una edición traducida al italiano increíblemente barata, cómo no, de MiniMammut. Seguramente acabaré comprando (o buscando en una biblioteca, que para algo soy miembre de la asociación de Amics i Antics Alumnes de la Universitat de València, qué diantres) la argentísima y canceladísima traducción de Salas Subirat. Seguramente, cuando tenga al menos un C1 de inglés entre pecho y espalda, intentaré leer la versión original de este libro que no me gustó y que sufrí tanto leyéndolo.

Joyce cuando odia, odia, y eso significa despreciar con toda el alma. Es agotador. La burla, descarnada. Supongo que se ríe de sí mismo todo el tiempo, también, pero eso no queda claro leyendo como un salvaje, como hago yo. 




sábado, 18 de julio de 2020

James Joyce: DUBLINERS

Yo qué sé cuándo,
cómo y dónde lo conseguí.
Hará unos diez años leí por primera vez esta colección de cuentos, Dublineses, si no recuerdo mal en una edición de Altaya, de tapa dura. Yo venía de leer bien leídos a los maestros del cuento del siglo XX, que evidentemente son todos argentinos, y la obra de Joyce me pareció hipertrofiada, que su lugar de privilegio se debía, fundamentalmente, al privilegio de haber sido escrita en inglés. Mi primera edición en español, pues, ya no la conservo. Creo que la vendí por monedas.

Tiempo después me compré o me compraron una edición en inglés, que es la que acabo de leer —con el auxilio irreparable de una infecta traducción al cagastellano que me encontré por ahí—. Un hueso duro de pelar, Joyce en inglés, para un tipo de mediana edad que dentro de un año se examinará del B2 en inglés, si todo va bien. Desde luego, sin leer previamente los cuentos en castellano era poco de lo que me iba a enterar.

Si yo fuera dublinés no estaría muy contento leyendo Dublineses. El autor lo escribió con 23 años y sí, se nota toda la impiedad a la que se puede llegar cuando uno es tan jovencito. Juzga explícita e implícitamente, Joyce, a sus paisanos, y los deja a la altura del betún. Desde el nacimiento hasta la muerte, pasando por todas las edades, sus personajes están condenados por su propia y ridícula mezquindad, cobardía y estupidez. Si escuchan la música de un arpista callejero, ellos se ponen a imitarlo, mientras caminan, pasando los dedos por las mudas rejas de una casa del vecindario. El amor nunca llega a buen puerto; desde luego, conduce a la muerte. A una muerte que comparten los vivos y los muertos.

Hay una edición crítica de Cátedra que, quizás, acabe comprando. Tengo que investigar más quién es ese Fernando Galván, qué pasa con ese "provincialismo" del que hablan en la contratapa, y ver qué pasa con los palitos a los "nacionalismos periféricos" que me imagino que encontraré por todos lados, si me fijo en el paratexto, que es una de las cosas que más me interesan. O sea, batallitas no me interesan, pero sí que me expliquen las veladas referencias a no sé cuántas cosas que ha metido Joyce por todos lados, que algo de eso ya me han explicado los youtubers que he ido escuchando mientras leía el librito.

Invaluable la generosa grabación en Youtube que me ayudó a leerlo a Joyce en inglés.

En català:


Farà uns deu anys que vaig llegir per primera vegada la col·lecció de contes Dublinesos, si no recorde malament en una edició d'Altaya de tapa dura. Jo hi havia llegit molt ben llegits els mestres del conte del segle XX, que evidentment són tots argentins, i l'obra de Joyce em va semblar hipertrofiada, i que el seu lloc de privilegi es devia, fonamentalment, pel privilegi d'haver escrit en anglés. La meua primera edició en castellà, doncs, ja no la conserve. Crec que la vaig vendre per quatre perres.


Temps després vaig comprar o em varen comprar una edició en anglés, la qual és la que acabe de llegir —amb l'ajut irreparable d'una infecta traducció al cagastellà que vaig trobar per ahí—. Un os dur de rosegar, Joyce en anglés, per a un tipus de mitjana edat que d'ací a un any ha d'examinar-se del B2 d'anglés, si tot va bé. Per descomptat, sense llegir prèviament els contes en castellà era poc del que podia enterar-me.


Si jo fos dublinés no estaria molt feliç llegint Dublinesos. L'autor el va escriure amb 23 anys i sí, es nota tota la impietat a la qual hom pot arribar quan és tan jovenet. Jutja explícitament i implícita, Joyce, els seus paisans, i els deixa com un drap brut. Des que naixen fins que moren, passant per totes les edats, els personatges estan condemnats per la seua pròpia i ridícula mesquineria, covardia i estupidesa, Si escolten la música d'un arpista del carrer, ells l'imiten, mentre continuen caminant, passant els dits per les mudes reixes d'una casa del veïnat. L'amor mai no arriba a bon port; evidentment, porta a la mort. Una mort que comparteixen els vius i els morts.


Hi ha una edició crítica de Cátedra que, potser, acabe comprant. Tinc d'investigar més qui és eixe Fernando Galván, què succeeix amb eixe “provincialisme” del qual parla en la contratapa, i veure què succeeix amb les crítiques als “nacionalismes perifèrics” que imagine que trobaré per tot arreu, si em fixe en el paratext, la qual és una de les coses que més m'interessen. És a dir, batalles no m'interesen, però sí que m'expliquen les vetllades referències a no sé quantes coses que ha ficat Joyce pertot, que alguna ja m'han explicat els youtubers que vaig anar escoltant tot llegint el llibre.

Italiano


Circa dieci anni fa ho letto per prima volta questo libro di racconti, Gente di Dublino, se non ricordo malamente in un'edizione di Altaya, con copertina rigida. Io venivo da leggere molto ben letti tutti i maestri del racconto del Novecento, che evidentemente sono tutti argentini, e l'opera di Joyce l'ho trovata ipertrofica, che il suo posto de privilegio doveva essere, fondamentalmente, al fatto d'essere stata scritta in inglese. La mia prima edizione in spagnolo, quindi, già non la tengo con me. Credo l'abbia venduto per due soldi.



Tempo dopo ho comprato o mi hanno comprato un'edizione in inglese, la cui è quella che ho finito di leggere (con l'ausilio irreparabile d'una infetta traduzione in spatzaturagnolo che ho trovato su Internet). È una bella gatta da pelare, Joyce in inglese, per un tipo che s'esamina del B2 tra un anno, se tutto va bene. Di sicuro, senza leggere prima i racconti in spagnolo era pochissimo quello che avrebbe potuto capire.



Se fossi dublinese non sarebbe tropo felice a leggere Gente di Dublino. L'autore lo ha scritto a 23 anni e sì, si vede tutta l'empietà che si può avere quando s'è così giovanotto. Giudica sia esplicitamente che implicitamente, Joyce, i suoi compaesani, e gli mette alla berlina. Dalla nascita fino alla morte, passando attraverso tutte l'età, i suoi personaggi vengono condannati dalla loro meschinità, codardia e stupidità. Se sentono un musicista di strada suonando la sua arpa, loro lo imitano, mentre camminano, passando le ditta sulle mute griglie di una casa del quartiere. L'amore non arriva mai a buon fine; chiaramente, conduce alla morte, una morte che condividono i vivi e i morti.



C'è un'edizione critica di Cátedra che, forze, sarà quella che comprerò. Devo investigare un po' di più chi sia quel Fernando Galván, cosa succede con quel provincialismo di cui mi parlano sulla quarta di copertina, e  vedere cosa succede con tutte le frecciate contro i “nazionalismi periferici” che immagino troverò dappertutto, se vedo il paratesto, che è una delle cose che m'interessano di più. Cioè, non me ne fregano un cavolo le storie di guerre, però sì che mi spieghino tutti i velati riferimenti a chi sa quante cose che ha metto Joyce dappertutto, alcune di queste cose già mi hanno spiegato i youtubers che ho sentito mentre stava a leggere il libro.

viernes, 8 de febrero de 2019

John Boyne: The Boy in the Striped Pyjamas

Me lo encontré en un Corte Inglés,
nuevito y coleando.
Muy bien de precio, la verdad.
Me encontré con una edición en inglés de este librito, obra y gracia de Oxford Press, y me lo compré. Tenía pánico de haberme comprado una edición facilitada, y leer una y otra vez que era una unabridged edition realmente no me decía nada hasta hace muy poco, pero bueno, resultó que el texto era integral.

Me parecía sospechosamente inteligible, la verdad. La última experiencia más o menos parecida, así, la había tenido con The Old Man and the Sea, pero el libro del irlandés es todavía más comprensible. O quizás es que he madurado.

Es una lectura que lo expone a uno a variados golpes duros (que no bajos), como no podría ser de otra manera si se escribe acerca del Holocausto. Qué hijos de puta, los alemanes. Cómo disfrutaban torturando niños y esas cosas, los mierdas.

Parece que fue escrito como literatura juvenil, pero a mí que soy cuarentañero también me funciona, la verdad. El narrador cuenta en tercera persona, pero su mirada está bastante mimetizada con la del niño que protagoniza la historia, por lo que en mi opinión está más que justificado el aproximamiento tan indocumentado y dubitativo al horror del Holocausto. El niño no tiene ni idea del horror, y no está en condiciones de creérselo. A medida que avanza la historia, y ya sobre el final, el narrador asume la mirada prácticamente simultánea de los dos niños: de Bruno, el hijo de mandamás de Auschwitz, y de Shmuel, el niño judío con el que entabla una relación de amistad. Y no es casual, nos hemos ido acercando a Shmuel desde hace páginas y páginas, desde que era apenas un punto perdido un poco más acá del horizonte.

El final es tremebundo, como no podía ser de otra manera. La atroz inocencia de los protagonistas, su impenetrable ignorancia, arroja una luz sobre la historia que lo pone todo en foco, porque somos nosotros los lectores los que tenemos que darnos cuenta de lo que pasa, y es inevitable.

Hay quien dice que esta novela obligaría a los padres a tener que explicar a los hijos qué fue la Shoa. Quizás. Lo cual no es un pecado, por otra parte. Todo hay que explicarlo y aprenderlo, porque así funciona ser personas.