Me lo compré en la París-Valencia. Me costó un huevo. |
Me he metido entre pecho y espalda las casi 400 páginas de Noruega, del escritor valenciano Rafa Lahuerta, en unas pocas semanas. Fue una fiesta lectora, algo que como lector salvaje necesitaba, después de leer tantos libros últimamente con un ojo puesto en la funcionalidad en tanto estudiante de lenguas. Un descanso y un subidón, esta seguramente imprescindible novela valenciana.
Noruega está escrita casi en su totalidad en primera persona. Es una especie de diario de fracasos y tentativas cuyo protagonista, un narrador no fiable de manual, no puede caernos peor ni despertarnos menos empatía. O sea, y esto es experiencia personal en la que el nosotros quizás esté un poco forzado, el protagonista no nos despierta la empatía ni siquiera cuando nos narra que se queda huérfano. Noruega es, también, la novela de un novelista que escribe una novela explicando que querría escribir una novela, pero que no puede escribir una novela. Tormenta perfecta de cosas que nos harían querer estar muy lejos de este libro, pero que al final funcionan, contra todo pronóstico.
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Que sea o no una novela definitiva de Valencia, o que sea neoblavera o yo qué sé es algo que puede ser argumento de venta, pero que a mí, hoy por hoy, me deja frío. ¿Me interesaría tanto Noruega si no hubiera vivido desde 2003 en Valencia? Yo qué sé. Espero que sí, porque me encantaría que esta novela tuviera vocación universal. Merece su oportunidad, seguramente, pero mi mirada está contaminada como podría estarlo frente a una novela que me hablara de Buenos Aires, pongamos por caso. ¿Me interesaría Adán Buenosayres si no hubiera nacido en Buenos Aires? Pues yo qué sé.
¿Qué podría significar que una novela es la novela definitiva de Valencia o de cualquier otro lugar? ¿Por qué Noruega tendría que serlo? Hay diversos listados de bares, de calles, de barrios. Es evidente que le habla impiadosamente a un lector que, la ciudad, la conoce.
El amor a la ciudad se presiente siempre, pulsa por todos lados, pero el amor produce monstruos, cuando se trata de Valencia. Uno sabe que amar a Valencia puede ser algo tenebroso y dañino. "Rita amaba a Valencia", y por eso hizo todo el mal que hizo. Desde las antípodas el amor parece que funciona de manera parecida, aunque sin joder a la gente. Porque si la novela de Lahuerta es un canto de amor a Valencia, muy de la maté porque era mía va la cosa.
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¿Qué me va a quedar de Noruega, cuando el tiempo pase? Seguramente una sorpresa de que a pesar de todo lo meta y de todo lo auto, la novela me gustó. Yo diría que la novela funciona a pesar de todo eso, y eso porque está muy bien escrita. No al modo miren cuántas palabras que ustedes seguro no conocen, sino al modo escritor, de clavos, tornillos y bisagras.
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