domingo, 21 de agosto de 2022

James Joyce: Ulises

Creo que los compré en un rastro

o en una casa de empeños

por monedas.

O quizás en Todocolección.


Leer el Ulises de Joyce fue una odisea. Por fin, por fin. Había que hacerse y se hizo. La estrategia, la misma que no me funcionó cuando intenté leer el Tirant lo Blanch en catalán antiguo: leer una sección, un poquito, un par de páginas, lo que sea, y pasar en seguida a otro libro. Con el Tirant no me funcionó al primer intento, pero con el Ulises sí me funcionó al segundo intento, por lo que quizás en un tiempito agarre otra vez el libro de Martorell y vuelva a intentarlo.

¿Qué decisiones tomaré, como lector? Seguramente dejaré de resistirme a comprar una edición traducida al italiano increíblemente barata, cómo no, de MiniMammut. Seguramente acabaré comprando (o buscando en una biblioteca, que para algo soy miembre de la asociación de Amics i Antics Alumnes de la Universitat de València, qué diantres) la argentísima y canceladísima traducción de Salas Subirat. Seguramente, cuando tenga al menos un C1 de inglés entre pecho y espalda, intentaré leer la versión original de este libro que no me gustó y que sufrí tanto leyéndolo.

Joyce cuando odia, odia, y eso significa despreciar con toda el alma. Es agotador. La burla, descarnada. Supongo que se ríe de sí mismo todo el tiempo, también, pero eso no queda claro leyendo como un salvaje, como hago yo. 




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