sábado, 14 de octubre de 2017

Leyendo NO LOGO: EL PODER DE LES MARQUES, de Naomi Klein

No sé cuándo ni cómo,
lo compré por Internet.
Leer No logo es un trabajo largo, arduo, asfixiante, tumultuoso durante las cientos y cientos y cientos y cientos de páginas de prosa prístina como la visera del casco de un piloto de Fórmula 1. Yo estoy leyendo, que no estudiando, una traducción catalana que, quizás, compré en Todocolección. Lo estoy leyendo, no subrayo nada y apenas he puesto un pósit muerto de hambre señalando la sección donde escribe sobre marcas y educación, y esto por motivos profesionales.

¿De qué trata No logo? Básicamente, de cómo las marcas (no las industrias), modelan el mundo siguiendo unos principios implacables. No conspiratorios, pero implacables. De cómo la máxima aspiración de cada marca es, sencillamente, el viejo y bueno monopolio. Pero envuelto en papel de seda y recibido entre sonrisas de eterno agradecimiento eterno, que es lo que verdaderamente vale.

Lo había dejado medio abandonado, después de una manito entera de cientos de páginas, y hace unos días lo retomé. La excusa de estar preparando el Superior de valenciano, sirve. No para retomar la lectura del Tirant lo Blanc, que tengo abandonado pero con un señalador en la página 55.398.798 (sabe dios que no quiero añadir confusión, en este momento, a mi preparación de la prueba), pero sí para sumergirme otra vez en el ensayo de Naomi Klein.

Complicado es leer No logo. Estudiarlo, debe ser una locura. Preparar una reseña académica comme il faut, para elegidos. Escribirlo, bueno bueno...

Y su prosa es clara y ágil, eso tengo que recalcarlo (y recalcármelo). Jamás te da ganas de tirar el libro por la ventana. Está bien estructurado, y avanza a paso firme. Opina por aquí, por allá, pero no es un panfleto, se limita a dejar que la voz de quienes analiza los retrate. En ese sentido, me hace recordar El horror económico, que apelaba a la misma estrategia discursiva: no hay nada como dejar hablar a los hijos de puta para que muestren lo hijos de puta que son. A condición, claro está, que hablen relajados, como quien acaba de ocurrírsele un chiste, como quien cree que está hablando para la tropa propia o sus alcahuetes, esas cosas.

El horror económico tiene una prosa vibrante, maravillosa. Tiene una calidad literaria que te estremece. Nada de eso hay en No logo. Y andá a saber, quizás es a propósito, para ahorrarse los ataques más mezquinos de los chupaculos del plumín. Lo que está claro es que a Naomi Klein se le entiende cuando escribe y cuando habla. Además, y esto vale la pena, también hay documental basado No logo (el otro, el que se basa en su Doctrina del shock, que todavía no he leído).

Las marcas, que no las industrias, que son simples bitches en este juego, aspiran al monopolio no sólo de la venta de su producto, sino de mucho más. Las marcas aspiran a monopolizar el espacio, las opciones, el trabajo. Y ojo, porque una marca es Nike, pero también el nombre de cualquier supermercado. Es por eso que cuando una marca te deja "sin opciones" no significa solamente que pretenda que sólo se pueda comprar el producto que ellos hacen producir en China con su correspondiente etiquetado, sino también puede significar, y significa, que las grandes marcas distribuidoras (Naomi Klein se centra en Walmart) reducen las opciones a los consumidores hasta, discretamente, llegar a censurar los contenidos. Las revistas o los sellos discográficos, según cuenta Naomi Klein, a la hora de hacer correcciones y revisiones al material que lanzan, se ocupan específicamente sobre si habrá algo que pueda molestar a Walmart. Y lo quitan. Sencillamente. Y por supuesto que no es censura, es simpatía y modernidad.

Todavía no lo acabé. Me falta la mitad del libro, pero contando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario