lunes, 12 de septiembre de 2016

Xabier Makazaga: MANUAL DEL TORTURADOR ESPAÑOL


Comprado en Todocolección.

Una de cal


Que haya dos Españas no significa que exista un empate entre ambas. La que hiela el corazón gana por goleada. Es por eso que el españolito que viene al mundo necesita toda la ayuda que Dios pueda darle. Y es que, para desgracia de quienes reciben las hostias, Spain is different: Juan Carlos I juró en su coronación seguir los principios del fascismo; Adolfo Suárez fue un jerarca fascista; Leopoldo Calvo-Sotelo fue un jerarca fascista; sobre Felipe González, amigo de genocidas, pesa una ponderable acusación de haber sido el señor X; Aznar fue amigo de dictadores e impulsor de golpes de estado en Latinoamérica; Zapatero, en fin, pobre Zapatero… nunca tuvo problemas en vender armas a dictaduras asesinas y no solucionó nada; Rajoy, que indulta, condecora y asciende a policías asesinos y torturadores, seguramente como todos los anteriores, no tiene problemas en que los refugiados se ahoguen en el mar mientras la Guardia Civil les dispara o que sufran un destino siniestro en dicta¿blandas? cómplices.

Sí, Spain is different: siendo el único país de Europa abandonado a su suerte cuando el avance del fascismo, es el único país también en que éste ganó la guerra; después de la dictadura eterna mientras duró los desaparecidos se cuentan por centenares de miles, el robo de niños por decenas de miles, aquí paz y después gloria: las tumbas de los desaparecidos, convertidas en pipicanes. Porque la Transición fue modélica, y por eso toda la geografía española está brotada de enaltecimiento del terrorismo (de estado) y de humillación a las víctimas (del franquismo). 

Que Spain is different ya lo sabía Ortega, por ejemplo, que a la hora de enfrentar al fascismo, en vez de espetarles que le parecía inútil pedirles que pensaran en España, antes bien se cabreaba con quien, desde el extranjero, se atrevía a militar contra su avance. Porque Spain is different y los guiris, usufructuando su ignorancia radical, bizcoturmente no se enteran. 

Los nativos lo tienen muy internalizado eso de que son differents. ¿Que un extranjero se queda boquiabierto ante una Plaza de la División Azul o una Avenida del Caudillo?: Hombre, joder, vamos, ¡venga ya!

Al momento de escribir estas líneas, el Tribunal de Estrasburgo ha condenado ya ocho veces a España por la nula predisposición a investigar las denuncias de torturas contra los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, esas mismas a las que pertenecía el que mató a Carlos Palomino en el metro de Madrid; esas mismas cuyos miembros se libran de condenas cuando dejan a manifestantes sin ojos; esas mismas cuyos miembros, si son condenados por asesinatos o torturas, primero los indultan, después los condecoran y mientras tanto los ascienden; esas mismas cuyos miembros de fuerzas creadas por jerarcas fascistas de primer orden se tatúan esvásticas y las airean sin ningún pudor en procesiones, instantes antes de ir a emborracharse a bares fascistas; esas mismas cuyos miembros lanzan balas de goma a inmigrantes que se están ahogando y primero se libran de cualquier condena y, por supuesto, lo ha adivinado usted, esforzado o desocupado lector, después son condecorados. Y antes, durante o después, son ascendidos.

¿Se entiende, más o menos, por qué Spain is different? En todo caso, no es Venezuela. Como es tan different, este brevísimo listado —un brevísimo listado hecho de memoria, prácticamente sin necesitar buscar nada en Internet, rejuntando datos de dominio público, archiconocidos, de esos que se pueden contar en un bar sin que ni siquiera el más facha pueda acusarlo a uno de mentiroso— no le importa a casi nadie, ni dentro ni fuera. Y es por eso que Manual del torturador español —que dicho sea de paso puede descargarse gratuitamente en la página de la editorial— es un libro imprescindible, porque habla de una realidad de la que nadie quiere hablar o, en todo caso, dejar hablar. Y de la cual hay poderosas fuerzas que ayer, hoy y siempre han estado dispuestas en ocultarlo. Lo saben bien los bibliotecarios vascos, testigos de la “quema de libros” que se ha producido en sus estantes cuando la prensa más reaccionaria ha denunciado como un pecado su presencia al alcance del público: el libro fue retirado ipso facto de las bibliotecas. Sí, le hicieron eso que suele llamarse censura. Incluso aquellos que se hacen llamar a sí mismos socialistas. Incluso a pesar de que "la derrota literaria de ETA sigue pendiente"...

Una de arena


Manual del torturador español es, pues, un libro maldito. El tema que trata es casi un secreto a voces y un tabú al mismo tiempo. Leyéndolo, recupera uno las sensaciones de lecturas anteriores. En mi caso, y salvando las distancias, las de Nunca más o Tejas verdes, diario de un campo de concentración. El trabajo de Xabier Makazaga, aunque fundamentalmente es un informe —lo cual lo relacionaría con el de la CONADEP—, también tiene algo de testimonio, aunque no de la intensidad que presenta el relato del chileno Hernán Valdés: el autor no ha sido torturado sino, según explica, convencido por una puesta en escena de que en un futuro cercano sí lo sería.

Hasta tal punto es infame el tratamiento de la tortura en España, que quienes se atreven a señalar su práctica, incluso encaramados sobre atalayas que en el 99% de los casos garantiza la inviolabilidad de quien profiere cualquier otro tipo de declaración (cfr. Sánchez-Cuenca, Ignacio. La desfachatez intelectual), rápidamente pueden verse devorados por un remolino de presiones y ataques de todo tipo que no buscan otra cosa que su completo hundimiento personal y profesional. Lo saben bien jueces como José Ricardo de Prada, que sólo por señalar la evidencia de que en España se tortura y se garantiza la impunidad de los torturadores ha visto cómo, ipso facto, distintas de las llamadas asociaciones de víctimas del terrorismo —que suelen englobar a familiares de éstas, en realidad, y que sólo condenan un tipo de terrorismo, jamás el cometido por el estado— y miembros del poder ejecutivo han activado un dispositivo impiadoso para apartarlo de la judicatura. En el mismo país, por si se había olvidado, en que se indulta, condecora y asciende a los policías que torturan. No sería de extrañar que la jueza Amaya Olivas sufra un asedio similar.

Volviendo al libro de Xabier Makazaga, tengo que señalar que, al acabar la lectura, y en realidad casi desde el principio, eché en falta un mayor cuerpo bibliográfico, más profusión de citas donde consultar toda una serie de afirmaciones acerca de las cuales creo que, por la gravedad del tema, no debería permitirse ningún resquicio a la duda. En este sentido, aparte de una urgencia que se intuye en pequeñas desprolijidades de redacción y de armado, es bastante evidente que la edición no parece haber sido pensada más que para convencidos. De consumo interno. Un ejemplo: si leo que un detenido ha sido inculpado de un ataque a un cuartel de la Guardia Civil por los testimonios de una serie de etarras puestos en régimen de incomunicación, un ataque que después se descubre que se habría producido al mismo tiempo que ese detenido sufría un accidente de tráfico certificado por una actuación administrativa de la Ertzaintza, necesito que me des algo, aunque más no sea el nombre de un periódico y la fecha que se publicó esa noticia. Aunque sea que me aclares que los hechos están recogidos en "testimonios", "entrevistas", algo. Y ejemplos así hay varios.


Los defectos no desmerecen la lectura, la urgencia de la misma, lo imprescindible que es...

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