sábado, 24 de agosto de 2019

Antoine de Saint-Exupéry: PILOT DE GUERRA

¿Dónde me los encontré a éste y Vol de nit?
No sé si fue en Todocolección,
en Iberlibro o en algún rastro.
Creo recordar que me salieron
muy, muy baratos.

Aparte de El Principito, con este que acabo de meterme entre pecho y espalda son tres los libros de Antoine de Saint-Exupéry que tengo leídos, porque hace unos años hice lo propio con Vol de nuit, en una edición también en catalán, de la misma colección (alguien habría de avisar a las buenas gentes de Edicions 62 que ellos mismos publicaron la novela que nos ocupa en esta ocasión).

Vol de nit, la verdad, no me cautivó especialmente. Y eso que la historia sucede en la Argentina. Pilot de guerra me resultó una bastante lograda pieza literaria.

Pilot de guerra cuenta, básicamente, una salida de Exupéry en un vuelo de reconocimiento, en plena Segunda Guerra Mundial. Uno agarra el libro y lo primero que puede preguntarse es cómo va a hacer Exupéry para hacer durar la historia tantas páginas como sean necesarias para que el libro cobre entidad como tal. El recurso al que echa mano Exupéry, intercalar sus impresiones con el relato de la incursión aérea. Filosofa un poco por ahí, cuenta anécdotas relacionadas más y menos estrechamente con la historia principal por allá, y las páginas se van llenando. Y ojo, que en mi opinión lo hace muy bien.

La prosa poética de Exupéry funciona a pleno rendimiento en este libro. Si uno es aficionado a subrayar cosas bonitas, tendrá que sacarle punta al lápiz varias veces, durante su lectura. Vívido y aterrador es el relato del efecto que las temperaturas extremas producen en el avión y en el cuerpo de la tripulación, cuando se vuela a gran altura. Yo me acordaba de La venus mecánica, escrita unos diez años antes, mientras Exupéry me contaba los infinitos contratiempos que los 40 grados bajo cero del exterior se estrellaban contra la máquina que pilotaba, básicamente, la congelación de palancas claves para la maniobrabilidad de la nave o incluso de las ametralladoras. Y la completa, temeraria ineficacia de los esfuerzos humanos a esa altura cuando intentaban solucionar las averías. A mí, si me preguntan, responderé que, quitando al bueno de Jack London, solamente Quentin Tarantino me contó de una manera tan impactante la relación entre el ser humano y el frío. Y es que una imagen vale más que mil palabras, evidentemente.

Hay cierto tono de autoconmiseración en el relato bastante acusado en la primera mitad del libro. Ahí no hay una mano izquierda que no se entera de lo que hace la derecha. Eso está ahí. Y uno puede lidiar con ello juzgando al autor, como cuando señalamos con el dedo en las redes sociales, o recordar que el tipo, finalmente, entregó su vida en uno de esos vuelos, protagonista hasta el último aliento de la "lucha de Occidente contra el nazismo", como él la llamaba. Y qué fácil es pedirle humildad a los demás, ¿no? Y qué fácil es, también, olvidar lo mucho que necesitamos que se compadezcan de nosotros los familiares, amigos y conocidos cuando nos pasan tragedias como pisar mierda de perro, y la necesidad que tenemos de darle sentido a esa tragedia, y si es en forma de suerte si ese día compramos un billete de lotería, mejor que mejor. Qué menos que un poco de autocompación por parte de un héroe dispuesto al sacrificio, che.

Lo que me queda claro, para concluir, es que Antoine de Saint-Exupéry no es un escritor del cual sólo haga falta leer uno de sus libros. Aunque ese libro haya sido El Principito. Vale la pena ir leyendo su obra a medida que uno se va cruzando con ella.

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